miércoles, 11 de junio de 2014

Lo que Gabo calló sobre Villarrica, Tolima, por la acción militarista


Camarada Edison Peralta González. Foto Nelosi
Por: Nelson Lombana Silva

El artículo intitulado: “Gabo, las guerrillas de Villarrica, “preludio de la guerra crónica” y su paso por el Partido”, escrito por el periodista Roberto Romero Ospina y publicado en la revista Taller No. 34, hizo reaccionar al camarada Edison Peralta González natural de esta población y testigo de excepción de la criminal guerra desatada por el gobierno del dictador Gustavo Rojas Pinilla durante 1954 con el único argumento de acabar con el comunismo que se había supuestamente tomado la región, cuando en realidad eran campesinos que se venían organizando para exigir tierra para labrar y vías para sacar sus productos al mercado.



El camarada Peralta González, señala que García Márquez llegó a la zona como corresponsal de guerra de El Espectador, pero las fuerzas militares le impidieron desarrollar su actividad periodística no pudiendo entrevistar a los combatientes, teniendo en consecuencia que acudir a fuentes secundarias para escribir sus crónicas.


Señala que no solamente García Márquez escribió sobre la histórica situación de Villarrica (Tolima) durante los años de 1954 y nombra a Alfredo Molano e incluso, al francés Jaque Apriles. Sin embargo, dice que todavía hay muchas cosas por escribirse. El horrendo holocausto aún permanece en el anonimato.


Las páginas web: www.pacocol.org y www.semanariovoz.com en exclusiva entrevistaron al camarada Edison Peralta González y esto dijo: 


-         Camarada Edison Peralta González. Roberto Romero Ospina escribió recientemente un artículo de García Márquez sobre Villarrica, Tolima, su pueblo natal, publicado en la revista Taller número 34. Hace usted referencia a unas imprecisiones. ¿Tiene críticas al articulista o al maestro Gabriel García Márquez?


Bueno, yo diría que Gabriel García Márquez cuando llegó a Villarrica, el ejército no permitió que él hiciera su trabajo como reportero de guerra de El Espectador. En ese año (1954) yo estaba cursando segundo año de primaria en la escuela Jorge Eliécer Gaitán y me di cuenta de lo ocurrido.


Él llegó en un helicóptero militar, pero nadie sabía cómo es obvio quien era o llegaría a ser el reportero García Márquez, como bien lo dice en su misma obra. Uno reconoce muchas cosas. Entre ellas, pude darme cuenta que ese periodista era el gran Gabriel García Márquez.


Leyendo sus artículos sobre Villarrica, me doy cuenta que él dice que el muchacho que estaba echando tiros contra el ejército en el momento era presuntamente Manuel Marulanda Vélez, conocido como Tirofijo. Yo me atrevo a decir que no lo era. Porque quien fue desplazada en ese momento por las guerrillas del sur hacia Villarrica fue la columna dirigida por Isauro Yosa y por Richard, es decir, Alfonso Castañeda. 


Alfonso Castañeda era un muchacho de 22 años que dirigió la resistencia de Villarrica. Yo lo nombro en algunos de mis escritos como el mariscal de campo de la guerra de Villarrica, porque fue capaz de armar un ejército de casi tres mil hombres para combatir al crudo y criminal militarismo, sin tener armas potentes como las que tenían los militares, solo escopetas de cápsula y de fisto hechizas. Durante toda esta etapa él luchó y combatió en la zona.


El comandante Manuel Marulanda Vélez, o sea, Tirofijo, nunca llegó a Villarrica, porque él se desplazó hacia el Sur con distintas columnas, sitios como el Pato y Riochiquito a cumplir las tareas emanadas de la conferencia guerrillera, hacía más o menos un año.


-         ¿Quiere decir que usted leyó todas las crónicas que García Márquez escribió acerca de la guerra de Villarrica, Tolima?


Claro. Él escribe en su obra “Vivir para contarla” lo que realmente ocurrió. Tal vez la obra más grande de García Márquez como El Otoño del Patriarca, Cien Años de Soledad, dice mucho de lo que ocurrió en gran parte del país y gran parte – creo yo – de lo que él escuchó y vio sobre Villarrica. Pero, desgraciadamente, no pudo hacerlo completamente, porque las fuerzas militares no le permitieron acercarse y cubrir la realidad de lo que estaba ocurriendo y que hoy después de casi 60 años, todavía el país no conoce el verdadero holocausto que ocurrió en esa región del Tolima. Todavía está en el anonimato el holocausto de que fue objeto esta pacífica comunidad. 


Dice Gabo que la guerrilla de las Farc nace en Villarrica, pero no es cierto. No nace en Villarrica. Una parte de las Farc nace en Villarrica orientada por el Partido Comunista y es más adelante cuando se reúne toda la comandancia y crean las guerrillas. Eso fue casi ocho años después de la guerra contra Villarrica. Es una historia muy larga y muy compleja aún no contada como bien lo dice García Márquez en su obra.


Hay muchos personajes que vivieron la guerra de Villarrica y no tuvieron la oportunidad de escribirla porque los medios no lo permitieron y porque el campesinado iletrado tampoco podía hacerlo. Algunos oportunistas como un tal Jorge Wolf, checoslovaco, que tenía grandes haciendas en este territorio, dice que él se entrevistó dizque con Manuel Marulanda Vélez más allá de la colonia, cosa que no es cierta, porque el verdadero personaje importante para la historia se llama Alfonso Castañeda, o sea, Richard. Era un hombre valiente que combatió en esta región durante casi año y medio todos los días.


Él estuvo en la casa de mis padres. En la casa de mi mamá puso el cuartel general. Era una casa grande. En la obra “Trochas y fusiles” de Alfredo Molano y creo que también en la obra del comandante Jacobo Arenas (Luis Morantes), que tenía más o menos por la época 23 años cuando participó en la lucha de Villarrica. Sin embargo, es muy poco de lo que se habla de él, porque el mayor dirigente era el comandante Richard. Luis Morantes era un muchacho intelectual que venía de Santander y estuvo durante algún tiempo en la guerra de Villarrica.


Posteriormente, me di cuenta preguntándole a mi mamá, por qué las casas aparecían averiadas. O sea, cientos de rotos en las tejas de zinc y ella me dijo que era por los bombardeos indiscriminados de la aviación del ejército de la patria.


De ahí, parte otra historia también muy larga, que García Márquez no alcanzó a contarla y hay que decir con franqueza que todavía no se ha escrito. Yo me he dedicado un poco a aprender, a leer mucha historia, a conocer y a hacer cábalas y comparaciones de la infancia, sobre todo de lo que yo viví y soporté.


Casi todo lo que escribo hoy revertido en poesía es relacionado con eso, viendo gran parte de esa historia inédita, pero terriblemente realista. Relaciono esta dramática situación con lo sucedido en la guerra civil española y claro, escuchando a compañeros que saben mucho sobre estos temas.


-         García Márquez llega como corresponsal de El Espectador, tiene el afán de cumplir con el periódico; las fuerzas represivas del Estado no le permiten libremente hacer su actividad periodística. ¿Inventó o imaginó cosas García Márquez?


No tanto imaginariamente porque el día que llegó a Villarrica iba con la misión de cubrir periodísticamente una especie de trinchera desde donde los luchadores combatían todos los días y que era una piedra monstruosa que se llama Brasil. Esa piedra era bombardeada casi todos los días, pero como tenía un escondrijo estratégico no pasaba nada.


La tarea de él era llegar hasta la piedra y entrevistar a los combatientes. Pero no pudo hacerlo, porque los militares le impidieron avanzar y llegar hasta allí. Al salir de allí, se da cuenta de toda la información que alcanzó a recoger por alguna gente y con base en eso es que escribe las crónicas sobre los niños que fueron desplazados de Villarrica.


Algunos dicen que aquello fue mentira. Dicen que no fue así. Pero, yo digo que sí fue cierto porque yo lo viví. Era muy niño. No hice parte de los tres mil niños evacuados porque un hermano mayor liberal vino de lejos y nos rescató. No alcancé a irme, pero sí me di cuenta por las informaciones de que cientos y cientos de niños fueron albergados en Ibagué, Picaleña, Girardot, Ambalema,  Honda, Bogotá. Son niños que se perdieron para la historia y niñas que terminaron en la miseria. En Bogotá hay un barrio que se llama Villarrica. Son vivencias que me duelen porque son de mi pueblo, un pueblo que sigue a merced de los verdaderos responsables de esa catástrofe, un pueblo que abraza sin tener conciencia el neoliberalismo y lo defiende sin saber qué está defendiendo.


-         De acuerdo a su criterio, ¿En qué se equivocó y en qué acertó Gabriel García Márquez sobre Villarrica en sus crónicas de 1954?


Bueno, García Márquez se equivocó en el aspecto de que quiso hacerle conocer al país que las Farc nacieron en Villarrica y que su principal fundador, Manuel Marulanda Vélez, había estado combatiendo en este territorio, porque muchos años después, como él mismo lo dice en su obra, él logra entrevistar a Manuel Marulanda Vélez y le pregunta que si ese guerrillero que estaba echando tiros cuando él fue a Villarrica era el mismo. El comandante sonríe y le dice que como había estado en tantas partes no se acuerda.


Eso deja traslucir lo que estoy diciendo. De que él nunca estuvo en Villarrica. No porque no quisiera, sino porque había desplegado para la zona a una persona valerosa que era el comandante Richard y el mismo Isauro Yosa, que realmente eran superiores a él en ese momento histórico. Todavía el comandante Manuel Marulanda Vélez no tenía ese carácter que tuvo mucho después cuando la fundación de las Farc.


-         ¿Quiere decir que el héroe de Villarrica fue el comandante Richard, o sea, Alfonso Castañeda?


El comandante Alfonso Castañeda era hijo del municipio de Chaparral. Era asistente de Isauro Yosa. Isauro Yosa era de una vereda que se llama La Marcadilla. Yo crecí con el estigma de ver combatir todos los días a cinco minutos del perímetro urbano de Villarrica, porque la guerrilla tenía sus trincheras allí. No tenían mucha munición. Se armaron con las armas que le quitaban al enemigo de clase (Al ejército). Era el batallón Colombia recién venido de Corea.


Recuerdo nítidamente a un poco de negritos que lloraban cuando les tocaba ir a combatir, porque tenían la certeza que nunca más volverían con vida. Yo era muy niño, veía a través de las hendijas de la puerta de la casa de mi abuela, porque no me dejaban salir a ver lo que estaba sucediendo. Pero, claro, uno de niño es bastante curioso. Entonces miraba por allí y veía muladas completas cargadas de cadáveres, sobre todo, cabezas encostaladas. Son imágenes dantescas que nunca se me borran de la mente. Eso me llevó a intentar investigar para saber por qué sucedió semejante baño de sangre campesina en la zona. Era descubrir el engaño de que fueron objeto mis padres, mis hermanos, contra un pueblo inerme e inocente. Era algo que nunca tuvo el gobierno por qué haber hecho esa terrible masacre. Era claro que los militares no estuvieron a favor de los campesinos, sino en contra. Eso está claro.


Es un dolor que soportamos desde niño y que aún, sesenta años después, muchas familias siguen separadas, disgregadas y hay todavía ese resentimiento entre la familia, entre todos nosotros. Yo tengo familia con la cual no me trato con ella, porque aún persiste ese estigma de esa época, ese resentimiento de lo que ha venido ocurriendo hasta hoy.


-         Usted tuvo la feliz oportunidad de leer las crónicas de García Márquez sobre Villarrica, según su criterio: ¿Qué le quedó por escribir?


Bueno, tantas cosas que hubiera podido escribir García Márquez sobre Villarrica que otros trataron de escribirla. Muchos historiadores han tratado de escribir la verdadera historia, pero generalmente, han terminado distorsionando la realidad de lo que ocurrió allí. Y muchos hijos de Villarrica que aún viven han querido distorsionar echándole la culpa de la tragedia al Partido Comunista, afirmando que hay que acabar con él porque es el único responsable de semejante tragedia.


Es un análisis equivocado e ilógico, seguramente porque no hubo tiempo para estudiar y descubrir a los verdaderos responsables. Sin embargo, uno diría que en muchos pasajes de Cien Años de Soledad y en general en su producción periodística y literaria hay mucha realidad de Villarrica, Tolima. En esos relatos siento que me encuentro con mi pueblo con mucha frecuencia.


-         ¿Hay mucha realidad en la creación literaria de Gabriel García Márquez sobre los dramáticos acontecimientos de Villarrica en 1954 bajo la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla?


Villarrica es el reflejo de una realidad inexorable. Es quizás la única parte del país e incluso, suigéneris en el mundo, donde todo un ejército de un país, donde miles y miles de soldados, se vuelcan contra unos campesinos indefensos tratando de acribillarlos simple y llanamente dizque porque eran Comunistas, cuando en la práctica por supuesto que no lo eran.


Eran simples labriegos que estaban pidiendo tierra para labrarla, respeto por su territorio, reconocimiento como sujetos transformadores que merecían una oportunidad de vivir dignamente. Es lo mismo por lo que hoy se sigue luchando en los campos de Colombia, porque la tierra continúa en pocas manos. Sin embargo, hoy hay una oportunidad en los diálogos de la Habana (Cuba) y que todos y todas debemos luchar para que sea una realidad.


Hay que recordar que Gabriel García Márquez fue un enamorado de la paz y prueba de ello es que estuvo presente en distintos procesos de diálogo que el gobierno sostuvo con la insurgencia, pero que fue incapaz de hacer concesiones importantes a la paz y sobre todo, a la justicia social.


García Márquez fue gran amigo de personalidades singulares de la talla del comandante Fidel Castro. Cómo me hubiera gustado que hubiera tenido plena libertad para escribir sus diversas crónicas sobre Villarrica. No lo pudo hacer porque las rabiosas fuerzas militares jamás se lo permitieron.


-         No solamente García Márquez escribió sobre Villarrica. Incluso, hay escritores de otros países que lo han hecho. Con todo eso, ¿Cree usted que aún está por escribirse la verdadera historia de la heroica lucha del pueblo de Villarrica de 1954?


Ciertamente, todavía falta por escribirse la verdadera historia de Villarrica. Falta por escribirse. Hay un escritor francés Jaque Apriles, que escribió una crónica sobre Villarrica y entrevista a personajes directos que participaron en la lucha permanente. Y también Jacobo Arenas toca en parte en su obra a Villarrica y otros como Alfredo Molano. Pero a fondo, a fondo no. Pienso que todavía falta mucha cosa por contar y por decir.

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