La manera más inteligente y efectiva de romper la cuarentena sin riesgo alguno y con ventajas a granel, es la lectura. Las paredes del confinamiento se hacen añicos y la imaginación vuela libremente con intensa emoción, alimentando de paso el intelecto y la sabiduría para entender con más elementos de juicio el dramático momento que vive la humanidad sacudida por sistema económico inhumano y salvaje que exhala putrefacción por todos sus poros desde los pies hasta la cabeza como diría en su momento el gran filósofo Carlos Marx.
La lectura humaniza, une y dignifica la condición humana. Hoy he terminado de leer el sexto libro durante esta cuarentena. Un libro que he de confesar me hizo lagrimear, mis manos temblar y abrazar a mi hija y repetirle lo que hace veintidós años le he venido diciendo: “La amo, hija”. En realidad, no tenía presupuestado leerlo. Poca información tenía de la autora de este libro intitulado: “Paula”. Supuse que era familiar del heroico y mártir presidente chileno, Salvador Guillermo Allende Gossen, quien fue masacrado el 11 de septiembre de 1973, por orden expresa de Estados Unidos y la burguesía de este país austral, debido a la postura socialista del mandatario, consecuente con los intereses del pueblo, la soberanía y la dignidad nacional. La CIA desarrolló sangriento asalto a la casa de la Moneda, la casa presidencial, utilizando el ser más despreciado y odiado por la historia: Augusto José Ramón Pinochet Ugarte.
La primera sospecha se despejó. Efectivamente, la escritora Isabel Allende Llona, tenía alguna relación familiar con el mártir presidente, habida cuenta que su padre Tomás Allende, era primo hermano del inmolado presidente socialista. Sin embargo, en esta obra lo presenta como su tío y, algunos historiadores afirman que Tomás era hermano del mandatario asesinado por las hordas del neofascismo en nuestro continente americano.
El segundo aspecto por clarificar, era la postura política de la escritora. Se sabe que todos los dedos de la mano no son iguales. Si Isabel era hija de un diplomático, había conseguido la ciudadanía gringa y la gran posibilidad de viajar por el mundo, lo más probable es que fuera de derecha e incluso, partidaria del sangriento golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.
Ceñido al relato de la obra, que tiene un carácter autobiográfico, Isabel Allende Llona, sintió no solamente con dureza y dolor el golpe de estado, sino que se puso al lado del pueblo y usando su prestigio ayudó a cientos de perseguidos por el fascismo que Estados Unidos implantaba en este país. Igual, tuvo que salir en estampida de la patria de Gabriela Mistral y Pablo Neruda y asilarse finalmente en la hermana República de Venezuela, hoy República Bolivariana de Venezuela, durante trece años.
Su relato descarnado y honesto, diría, nos permite conocer a esta escritora por dentro, su intimidad y su forma de pensar. De una manera cruda relata parte de la vida de Salvador Allende y los días finales del poeta laureado Pablo Neruda. Su descripción fotográfica del golpe de estado hiela la piel. De igual manera, el drama de su hija al caer en una terrible enfermedad de la cual no se recupera, a pesar de los ingentes esfuerzos que hace. Una obra desgarradora, dramática, emocionante.
Terminé de leerla a las 8:34 de la mañana, del 6 de junio de 2020, en mi modesta posada, propiedad de mi hermano, en una mañana fría, solitaria y con viento helado, mientras mi hija duerme apacible, los tres gatos: Topo Gigio, Hanna y Chiquitina, me hacen guardia de seguridad, subiendo y bajando la escalera de granito. Al cerrar el libro, voy a la pequeña biblioteca y busco otro texto de la misma autora, no lo encuentro, entonces decido bajarle un poco a la emotividad para mirar con más seguridad en qué aventura nos vamos a adentrar ahora. Yo suelo llevar el libro a todas partes. Leo en las extenuantes filas, en las salas de espera, en las busetas, mientras distribuíamos mercados en la comuna trece de la ciudad musical de Colombia, Ibagué. A veces le hacía un comentario al beneficiario del mercado, afirmando que también era necesario alimentar la conciencia con una buena lectura. Los libros, sigo pensando, son los mejores amigos, porque no mienten y siempre dicen la verdad, así esta sea una verdad subjetiva, surrealista y mágica. Mi consejo es el mismo consejo del escritor mejicano Rius: “Apague el televisor y abra un libro”.
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