Foto: La nueva Prensa y El Heraldo. |
Colombia está convertida en un narco estado por obra y gracia de la clase dominante. Uribe no es el único que ha transitado este oscuro camino.Sin embargo, es el más caracterizado en los actuales momentos. Casi todos los presidentes colombianos han sido financiados con dineros calientes: Turbay, Gaviria, Pastrana, Betancur, Samper, Santos, entre otros. El debate hoy es entre un estado mafioso o un estado democrático. No hay más que seleccionar. Discusión que no admite términos medios, neutrales o el triste eufemismo de centro que algunos utilizan para estar bien con Dios y con el Diablo y, a su vez, con nadie.
Es hora de las definiciones. Es hora de fijar posición clara, precisa y concreta. En esa dinámica no nos podemos dejar distraer, hoy más que nunca nos debemos concentrar y decidir: O queremos un narco estado o un estado democrático. Un sofisma de distracción es creer que las posiciones de Uribe y Petro, son simples rife rafes en donde uno dice sí y el otro dice no y viceversa. Nada de eso. Debemos tener claro que Álvaro Uribe Vélez representa el Estado mafioso y Gustavo Petro la esperanza de ser Colombia un país democrático. No un país comunista, porque Petro no es comunista, es más o menos, un liberal democrático o a lo sumo: Progresista.
“Uribe tiene el poder pero no es el gobierno, es un senador, entonces intenta desviar a través de esas máximas que hagamos que toda la gente crea que todo el mundo es monstruo, para ocultar la propia monstruosidad”, afirma Gustavo Petro. “El debate presente – agrega – es que el actual gobierno se eligió con dinero del narcotráfico y tiene un fiscal general de la nación para ocultar. Ese mismo fiscal a través de otros crímenes previos tiene poder de conquistarle al presidente, no solamente su impunidad personal, sino la mayoría del congreso de la república”. Esta es la médula de la discusión. Iván Duque Márquez fue elegido con dinero del narcotráfico. Además, tiene un fiscal general de la nación cuya misión es guardarle la espalda y la del congreso, en su gran mayoría. Eso es lo que viene denunciando valientemente el senador Petro y la izquierda colombiana.
Uribe está acorralado. Incluso, ya no es esa carta fuerte de la gran oligarquía. Su decadencia es inexorable. Dice Petro: “Ya la gente no le cree, no tiene la misma capacidad de seducción de su proyecto autoritario y mafioso. Lo van a sacar el establecimiento, los grandes dueños de tierras…los dueños del poder ya lo ven incómodo. No les sirve. Quieren poner otra figura. Esa figura tiene que sonar diferente a Uribe y aparecen los “gatos pardos”, para seguir el mismo modelo de concentración violenta de la riqueza”.
Es decir, la gran oligarquía al parecer está pensando en la continuación del uribismo sin Uribe; una figura distinta que siga desarrollando el modelo mafioso que hace años domina a la república de Colombia. Que todo cambie, para que nada cambie, como es el parecer del “gato pardismo” Ese “gato pardista”, presume Gustavo Petro, es Sergio Fajardo. Ese personaje antioqueño que a veces se presenta como de “izquierda”, en otras de “centro”, pero que en realidad es un admirador profundo del proyecto mafioso de Álvaro Uribe Vélez.
Hay razones para sospechar. Fajardo nunca ha criticado el uribismo, ni en público ni en privado, lo afirman el mismo Petro y toda Colombia que siguió de cerca su campaña electoral. Es neoliberal. Tiene incluso, nexos con la mujer de este criminal mafioso. No es raro que la burguesía esté maquillando un oligarca de proletario para el próximo debate electoral con el fin de que nada cambie y el modelo neoliberal siga su curso inexorable.
Como se puede observar la situación política está al rojo vivo. La disputa es violenta y así tiene que ser, porque política, ante todo, es fuerza, es poder. Colombia se debate en esas dos opciones. Por eso resulta de vital importancia que estos debates de Estado se discutan también en la base, en el barrio o en la vereda, para que el pueblo tenga elementos de juicios suficientes al momento de asumir una posición política. Tiene que romper ese viejo esquema que le imposibilita pensar y solamente actúa con base en estímulos emocionales, como los viejos sectarismos, los miedos, las promesas o la compra del sufragio. El pueblo debe dar un paso adelante, romper ese embrujo autoritario y asumir una postura consecuente con su clase social. Es hora del cambio. Es hora de decirles adiós a Uribe y al uribismo en Colombia.
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