La historia no es simplemente pasado, es presente y futuro. Es evidente: Para comprender el presente y proyectar el futuro hay que conocer el pasado. Ya lo dijo Santillana: “Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”. La unidad: Futuro, Presente, Pasado, resulta dialéctica. No se puede desligar una de la otra, si se trata de hacer una interpretación correcta de la humanidad. “El futuro está relacionado de forma sistemática con el pasado, que a su vez no es una concatenación arbitraria de circunstancias y acontecimientos”, señala el historiador Eric Hobsbawm.[i]
Es decir, conocer el pasado resulta vital para entender el presente y proyectar el futuro. Un pueblo sin pasado (memoria), no sabe de dónde viene, qué hace y menos para donde va. La historia, entonces, no es algo accesorio, es algo fundamental, que nos permite interpretar correctamente el momento y proyectar con certeza el futuro.
En ese contexto, qué interesante es conocer la heroica lucha de nuestros antepasados, los aborígenes, mal llamados indios. Develar la verdad de los hechos tal y como fueron, nos permitirá asumir una postura crítica del momento histórico que vivimos y desde luego, proyectar con más claridad el futuro.
Hasta ahora, nos han contado la historia al revés. Bien dijo Gabriel García Márquez: “Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que para clarificar”. En ese maremágnum, hemos terminado adulando a los verdugos y condenando a las víctimas. Ignoramos – por ejemplo – el heroísmo de los aborígenes para defender su entorno, su cultura y sus costumbres, y dimensionamos hasta con estatuas suntuosas los invasores criminales. Desconocemos la odisea de Ibanasca o Dulima, en cambio, catapultamos el invasor infame: Andrés López de Galarza, por ejemplo.
Ibanasca o Dulima hizo parte de la familia Pijao. Una verdadera heroína que defendió a capa y espada su territorio, el Gran Cañón del Combeima, cuya área aproximada es de 5.603 hectáreas que representa el 9.6 por ciento del parque natural Los Nevados, territorio vigilado por el imponente y “moribundo” nevado del Tolima. Región bañada por una verdadera estrella hidrográfica, donde se destaca el río Combeima, en honor al cacique Combeima, perteneciente a la familia Coyaima.
Este cañón se llamó inicialmente Cutumay, que significa oro, entre otras razones porque la zona esconde grandes tesoros auríferos, que a propósito, la transnacional Anglo Gold Ashanti, entre otras, pretende tomarlos como suyos.
Ibanasca o Dulima, nació cerca del volcán Machín y del nevado del Tolima, hace algo más de 420 años. Era sacerdotisa, médica y cacica, defensora a ultranza de su cultura, sus costumbres y su entorno. Defendió heroicamente el territorio, las costumbres ancestrales, las tradiciones, la cultura, la cosmología y su pueblo. Era una mujer valiente, corajuda y de principios férreos.
Fue asesinada de la manera más cruel e inhumana en la hoguera, por los invasores ibéricos que portaban en una mano la espada y en la otra el crucifijo, tildada de bruja y hechicera. Y mientras ardía viva en la hoguera, un curita oraba para que su alma encontrara el cielo. Ibanasca o Dulima, fue víctima de la Santa Inquisición de la iglesia católica.
El genocidio contra la tribu Pijao fue brutal. El famoso historiador Fray Pedro Simón, señala que los españoles lanzaron 52 expediciones militares, desde Santa Fe de Bogotá y Popayán, contra esta tribu, asesinando a más de cuarenta mil aborígenes Pijao. A su paso, destruían sin piedad alguna sus labranzas, quemaban los pueblos, secuestraban, colonizaban y amaestraban. Una de esas víctimas, fue Ibanasca o Dulima.
Escultor Edmond Faccini Montero
Al rescate de la historia de esta vasta región acudió el escultor Edmond Faccini Montero, que era hijo de padre italiano y madre ambalemuna, nacido en los Ángeles (Estados Unidos), ostentando esta nacionalidad por nacimiento. Sin embargo, su actividad artística y cultural, la puso al servicio de la cultura colombiana. Vivió sus últimos años en la vereda Pico de Oro, pleno Cañón del Combeima. Allí, tuvo su taller, allí le dio vida a Ibanasca o Dulima, en una hermosa estatua que se encuentra en el parque principal del corregimiento ocho de Villa Restrepo (Ibagué, Tolima), a escasos metros de la biblioteca pública: “Cañón del Combeima”.
El maestro Faccini Montero, murió en el año de 2.011, a la edad de 77 años, de los cuales dedicó más de 20, a estudiar la vida y obra de Ibanasca o Dulima. En un acápite de su investigación, señala: “Ibanasca aparece sobre una montaña blanca de inmensa belleza y misterio y un antiguo, mágico y sagrado lugar Pijao del paisaje tolimense llamado: Territorio Dulima”.
El caricaturista, Arlés Herrera, el maestro Calarcá, comprometido con la historia y la lucha de los pueblos, hizo un retrato imaginario de Ibanasca o Dulima, singular obra que dio lugar a un pendón de la biblioteca Cañón del Combeima, con el propósito de contribuir desde ésta, a conocer la historia de la región y fomentar la cultura, la vocación por la lectura, la identidad y el sentido de pertenencia. Un esfuerzo por conocer la historia para fomentar el presente y proyectar el futuro, sobre todo en la conciencia fresca de los niños y las nuevas generaciones.
[i] LOMBANA SILVA, Nelson. Anzoátegui Tolima al filo de la esperanza. Primera edición 2017. Impreso por Lifting Diseño Gráfico y Publicidad. Cantidad 1000 ejemplares. Página consultada: Prólogo.
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