Por Nelson Lombana Silva
La administración municipal de la ciudad de Ibagué (Tolima), por intermedio de la Secretaría de Cultura, Turismo y Comercio, estimuló a los niños que suelen visitar con bastante frecuencia durante el año, las distintas bibliotecas públicas que hay en esta jurisdicción con las vacaciones recreativas. En el marco de éstas, los niños dan rienda suelta a su imaginación en las distintas áreas del conocimiento, especialmente, en la cultura y en el arte de la mano de los bibliotecarios y bibliotecarias. En esta actividad, el pibe tiene espacio para pintar, dibujar, hacer objetos y adornos relacionados con la navidad, lo mismo que jugar, leer y ver cortometrajes y muchos entretenimientos más enfilados a fortalecer las relaciones humanas, la paz y convivencia entre los pequeños.
El complemento a estas acciones fue el fantástico viaje en chiva por la ciudad musical en el día de ayer, buscando que el niño conociera la ciudad iluminada y se relacionara con niños que cotidianamente suelen visitar las distintas bibliotecas públicas. Entre las bibliotecas asistentes, estuvo la biblioteca El Cañón del Combeima del corregimiento de Villa Restrepo. Fuimos testigos de excepción de este maravilloso recorrido que comenzó a las 5:30 y terminó a las 8:45 de la noche. Estuvimos presentes de principio a fin.
Expectativa total
Una vez se dio la noticia del horario y recorrido de la chiva infantil en este corregimiento, los niños comenzaron a soñar con el paseo. Algunos prepararon con antelación los alimentos, otros crearon sus propios ahorros. Fueron diligentes en hacer firmar la autorización de sus padres y colocar atención a las normas de buen comportamiento antes, durante y después de la gira. Desde que se dio a conocer la noticia, todos los días llegaban a preguntar lo mismo: “¿Profesor, es hoy el paseo en chiva?”
El día llegó: jueves 20 de diciembre. La biblioteca se abre generalmente a las 7:40. No bien lo hicimos, llegaron los niños con la misma pregunta. Al decirles que sí saltaron de alegría y después de una corta visita se marcharon a ultimar detalles. Hacia las 2:00 de la tarde, se presentó un sorpresivo y torrencial aguacero. Algunos de los pequeños llegaron en medio de la lluvia un tanto desilusionados, afirmando que ya no había viaje en chiva porque había llovido. “Este es un viaje programado con todo el corazón por la administración, por lo tanto, se hará llueva, truene o relampaguee”, les dijo. El rostro triste se transformó en alegría y así lloviendo se marcharon.
Los citamos con sus padres a las cinco de la tarde para una corta charla de comportamiento y de paso leer un cuento relacionado con los vehículos. Una hora ante ya estaba la mayoría en la biblioteca. La charla fue corta: El ser humano es uno solo, pero tiene diferentes comportamientos de acuerdo al lugar, les dijimos. Uno es el comportamiento en casa, otro en la biblioteca, otro en el campo deportivo y otro en la chiva. En la biblioteca no se grita, ni se corre; en el campo deportivo sí se hacen las dos cosas. “¿Y en la chiva?”, me preguntó uno de los presentes. “En la chiva se hace todo, pero con una sola condición: Responsabilidad”. Aplaudieron.
Recibieron la chiva con algarabía, casi que no la dejan acomodar. Realmente fue emocionante ver y palpar el rostro de alegría que cada niño o niña expresaba al ver semejante carro con asientos confortables y música estridente. A última hora llegó un niño de tres años, venía con su familiar. Me abrazó la pierna y me dijo: “Profechor, ¿Tengo tres años, me lleva? Me conmovió la actitud del pequeño. “¿Está dispuesto a portarse bien?”, le dije. “Sí, profechor”. Hablé con la abuela. Me dijo que no, que estaba muy pequeño. Fue tanta la seguridad que me inspiró el niño que le dije a la abuela que lo dejara ir, que iba con familiar y que personalmente me comprometía a estar muy pendiente. Incluso, les dije a los demás niños que había que estar muy pendiente del pequeñín. Le dejé el número celular. Fue el primero en subirse y uno de los primeros en ponerse a bailar. Parecía un trompito. Se portó de mil maravillas. Todos estuvieron pendientes del niño. Se comió todo el refrigerio y ya de regreso, se me acercó y me dijo algo así como deme otro porque mi mamá también come. Se lo dimos. Y ni corto ni perezoso lo destapó y se acostó en el centro de la “pista” a comérselo. Sin embargo, llevó a casa una parte del emparedado.
Recorrido fantástico
El recorrido fue completo, sin ninguna anormalidad. Los niños no pararon de gritar, jugar, bailar, saltar, cantar. Recorrimos todo el centro de la ciudad musical, tratando de ubicarlos: Este es el parque Manuel Murillo Toro, esta es la plaza Simón Bolívar, allá queda la alcaldía, esta es la catedral, el Centenario, esta es la carrera quinta, este el Sena, aquí es Mirolindo, esta es la calle 19, etc. Algunos colocaban atención otros más brincaban, saludaban a la gente y a los compañeros de las otras chivas. La alegría fue desbordante. Al regreso, a pesar del cansancio la mayoría dio las gracias, los padres los recibieron en el parque principal de Villa Restrepo y con la satisfacción del deber cumplido y el éxito de la gira regresamos a casa pasadas las 9:30 de la noche, repitiendo maquinalmente la frase del poeta chileno Pablo Neruda: “Confieso que he vivido”.
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