martes, 4 de marzo de 2025

¡Mejor el libro!

Foto: Internet

 Por Nelson Lombana Silva

Que me disculpen los cinéfilos, pero prefiero mil veces degustar la lectura del fantástico libro de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, que la película. Pienso que entre el surrealismo mágico que hay en la novela y lo que me podría generar la película hay un abismo insalvable. No hay punto de comparación.

El coronel Aureliano Buendía y Úrsula Iguarán, no se parecen en nada. Son dos extraños que no se parecen a la imagen que tengo de ellos, al recorrer la mirada por las polvorientas páginas de esta maravillosa obra. Con sobrada razón el autor se opuso a este sacrilegio, afirmando que prefería que los lectores se siguieran imaginando cada personaje y suceso de la inmortal obra.

Pudo más el capitalismo, el consumismo que el mismo pensamiento y la voluntad del laureado escritor colombiano.  No se equivocó Carlos Marx al decir que este sistema todo lo corrompe y lo convierte en mercancía. No pongo en duda la magia del cine, la exquisitez, pero es que Cien años de Soledad, supera toda barrera en el terreno de la imaginación.

Miré la serie (bien lograda no hay duda), desconsolado, añorando que se acabara rápido los capítulos, para volver a ojear la obra de literatura por sexta vez. Cruzando el hipermercado antier, quedé perplejo mirando una edición de lujo en la estantería. La tuve en mis manos con qué ansiedad, quise comprarla teniendo conciencia que en casa tengo varios ejemplares. Sentí lirios en el estómago. Me alejé de allí, turulato, comprobando una vez más la magia que tiene esta novela y en general, la creación literaria del hijo del caribe, más concretamente de Aracataca (Magdalena). Creo que quienes tuvieron tan descabellada idea, la obnubilación del dinero les impedirá dimensionar la profanación y el daño a la literatura universal. Dejaron en cuidados intensivos el surrealismo mágico que bien caracteriza la obra literaria mejor lograda por nuestro Nobel, Gabriel García Márquez.

Macondo no es ese, dejémonos de vainas. Tampoco el suceso atroz de la masacre de las bananeras. Lo que hay allí, es una réplica mal elaborada de la universal obra. Con seguridad si Gabo apareciera, les gritaría con toda su fuerza: ¡Cabrones, ¡qué han hecho con mi obra!

Reitero mi respeto y admiración al cine, pero, he de confesar que Cien años de soledad, no es para verla, sino para leerla…

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