jueves, 11 de marzo de 2021

Para el Ministro de Defensa los niños son máquinas de guerra


 Por Nelson Lombana Silva

La caricatura de “democracia colombiana”, se mueve de escándalo en escándalo. Un hecho horroroso se intenta tapar con otro quizás más horroroso. Todo sucede a velocidades insospechadas de tal manera que el pueblo no alcanza a digerir una monstruosidad cuando se le viene encima una peor. Eso, no sucede por casualidad, es programado para que el pueblo no reaccione ni en una ni en la otra. A la final, termine diciendo como la canción: “Después de un desengaño qué importa uno más”.

“De lo que sucede en Colombia ya no me conmueve, he perdido hace rato la capacidad de asombro”, dijo un parroquiano mirando las páginas polvorientas de la prensa oficial. “Eso es normal”, me dijo un segundo parroquiano saboreando un pocillo de café amargo.

Los dos recientes casos de talla nacional e incluso, internacional, que han silenciado al unísono los grandes medios de comunicación: El primero tiene que ver con la decisión del coordinador de la Fiscalía Delegada, ante la Corte Suprema de Justicia, Gabriel Jaimes Durán, de precluir la investigación contra el matarife y narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez. Si bien el fallo era una especie de crónica anunciada, por cuanto éste al parecer es ficha del inculpado, no deja de causar escozor entre los que todavía soñamos con la transparencia y la eficacia de las instituciones encargadas de impartir justicia. Se confirma una vez más la sentencia del maestro Darío Echandía cuando dijo que la justicia en Colombia, solo muerde a los de ruana. Es decir, a los “patilimpios” del país del “sagrado corazón de Jesús”.

Esa postura hiere la dignidad Nacional. Indigna. Coloca en evidencia una vez más el estado de descomposición de las instituciones colombianas, allá, en las alturas. Como en Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez: Todo el mundo sabía que Santiago Nassar iba a ser asesinado, menos la familia y desde luego, la víctima. En el caso del matarife, todo el mundo sabe su culpabilidad, menos el fiscal de marras. ¡Qué horror!

Semejante exabrupto lo pretenden tapar Iván Duque Márquez y su patota (como diría el camarada Álvaro Vásquez del Real), con otra truculencia de marca mayor, en cabeza del ministro de Defensa, Diego Molano y el Director Nacional de Bienestar Familiar. El primero, en un desespero extremo por tapar la masacre de niños por el ejército nacional, al parecer uno de ellos de escasamente ocho añitos, afirma sin sonrojarse que los niños “son máquinas de guerra”. El segundo, sale en su apoyo y dice que un niño de ocho años ya es susceptible de ser neutralizado militarmente. De esta manera, respalda el crimen de lesa humanidad, aquí y en Cafarnaúm.

En realidad, no entiendo por qué la divina providencia no ha permitido que la tierra se abra y se trague a estos forajidos criminales, que, envalentonados y embriagados con el poder corrupto e ilegal, se dan el lujo de actuar de esta manera infame y cobarde contra un pueblo humano, sencillo, taciturno y sufrido. Un grito sórdido recorre las montañas y llanuras de esta bella geografía pidiendo justicia, no más impunidad.

En el primer caso, hay que rodear masivamente al valiente y corajudo senador de la república, Iván Cepeda Castro. En las elecciones venideras debe tener la más contundente votación como respaldo irrestricto a su proeza de enfrentar con dignidad al criminal más poderoso que tiene Colombia, hacerlo renunciar a la senaduría y colgarle el merecido título de expresidiario. Es una proeza que hay que dimensionar con letras de oro. Su coraje comenzó a hacerse realidad a raíz del crimen de estado de su padre, el camarada senador Manuel Cepeda Vargas. Movió cielo y tierra, hasta demostrar que éste había sido un crimen de Estado.

Iván Cepeda Castro no es una isla. Es una estructura orgánica y dinámica. Hace parte del Pacto Histórico. Al igual que él, el senador Gustavo Petro, ha librado intensa lucha contra el paramilitarismo, sus debates son históricos, lo mismo las posiciones de Gustavo Bolívar. A todos estos personajes del pueblo, debemos respaldar y apoyar decididamente en la gran cruzada por la toma del poder en Colombia. En las elecciones pasadas se demostró que sí se puede. Hay que intensificar la lucha. Multiplicarnos por dos, por tres, para parar de una vez por todas estos hechos tan absurdos y repugnantes.

Tenemos que rechazar decididamente procederes tan infames como los que venimos considerando. Uribe es un criminal, un mafioso. Eso es vox populi. De otra parte, los niños no son máquinas de guerra, señor ministro. Cómo se le ocurre decir semejante barbaridad, los niños son niños, que merecen todo nuestro respeto y consideración. Señor director del ICBF, qué estupidez decir que niños a partir de los ocho añitos pueden ser tratados violentamente, o sea, trato militar. ¡Qué salvajismo extremo pensar así, qué horror!

El pueblo tiene que reaccionar. Liberarse de las distintas ataduras que lo atan a este cruel régimen capitalista, como el analfabetismo político, el terrorismo de estado, la religiosidad, el miedo al cambio, el ahistoricismo, etc. Con fuerza y tenacidad se puede tener conciencia social y conciencia de clase y luchar en comunión por un país posible al alcance de todos y todas. Se puede, claro que se puede. No más impunidad, ¡justicia!

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