Por Agamenón
El pueblo colombiano debe persistir en la lucha por sacar del suelo nacional las bases militares de Estados Unidos, por cuanto constituyen una afrenta a la dignidad y la soberanía nacional.
La decisión apátrida de Álvaro Uribe Vélez de permitir numerosas bases militares gringas en el suelo sagrado del Libertador Simón Bolívar y José Antonio Anzoátegui, debe ser rechazada con contundencia y decisión no solo por el gobierno del Pacto Histórico, sino del pueblo en general.
En el proceso de constituir unas fuerzas militares democráticas, soberanas y apegadas al pensamiento bolivariano, necesariamente debe contar con autonomía y no injerencia gringa como viene sucediendo hasta ahora, cuando al parecer entre siete y nueve bases ejercen poder militar, dejando rezagadas nuestras fuerzas armadas en un segundo plano.
Colombia debe ratificar su compromiso de paz con todas las naciones del mundo, respetando la libre autodeterminación de los pueblos. Una forma de hacer realidad este principio es desmontando dichas bases que apuntan desde Colombia a los demás países del continente y del mundo. La nación debe dejar de ser “el Caín de América” y convertirse en un país líder en las buenas y respetuosas relaciones con los países hermanos.
Hay que fortalecer la movilización en esta dirección, desde el barrio y la vereda, explicando claramente la problemática y el peligro de convertir a Colombia en un polvorín que por un simple error de cálculo puede explotar en cualquier momento con repercusiones incalculables. Hay que ratificar el compromiso de hacer de Colombia territorio de paz.
Colombia no puede seguir alimentando bases gringas en su territorio. De igual manera, debe pensar seriamente en su retiro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Colombia no puede seguir cediendo sus soldados para que masacren pueblos de otras regiones del planeta, con el único interés de defender los intereses de las multinacionales y transnacionales. Es hora de la paz y de la Soberanía Nacional.
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