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| Camarada Jorge Betuel Santofimio, Comunista Hormonal, ejemplo para las presentes y futuras generaciones. Foto Nelosi |
Por Nelson Lombana Silva
La historia política del camarada Jorge Betuel Santofimio es un ejemplo para las presentes y futuras generaciones, sobre todo aquellas que abrazan y abrazaran con decisión la lucha revolucionaria con honradez y firme convicción.
Es sin lugar a dudas un imprescindible, pues toda su vida la ha dedicado a la Revolución, sorteando toda clases de dificultades, entre ellas, la traición y el oportunismo de aquellos que se declaran “revolucionarios de estómago” y que cambian de postura tan fácil como lo hace el semáforo.
A los doce años comenzó a relacionarse con la causa a través de sus padres, familiares y amigos del histórico municipio tolimense de Ataco. Este municipio ubicado al sur del departamento, ha sido uno de los más golpeados por la violencia bipartidista y el terrorismo de Estado.
Realmente, es un milagro que el camarada Jorge Betuel Santofimio, se mantenga con vida y luchando por los cambios estructurales desde el Partido Comunista y el Pacto Histórico. “Ser gobierno era un sueño hoy hecho realidad”, dice con alegría. “Vamos avanzando, no podemos aflojar”, agrega dejando escapar una amplia sonrisa.
Su centro de trabajo político son principalmente los municipios de Ataco, Planadas, Natagaima y Coyaima. Va de un sitio a otro con alegría predicando la unidad y la organización de las masas.
Concejal de su pueblo natal, miembro otrora de la dirección regional del Partido Comunista, dirigente sindical, defensor de Derechos Humanos, siempre está en disposición de lucha con esperanza oceánica. “No estamos arando en el desierto, estamos construyendo el sujeto político para la Revolución”, piensa. “Vamos bien y el año entrante nos irá mucho mejor”, subraya.
Lo encontramos en días pasados en el ardiente y polvoriento municipio de la dulce Coyaima indiana. Conversamos sobre diversos temas de actualidad como el fortalecimiento del Pacto Histórico, la Constituyente y las elecciones del año entrante. “Vamos a ganar nuevamente, pero hay que trabajarle fuerte”, dijo acomodándose el poncho doblado en el hombro de derecho.
No llegó al Partido de un día para otro como sucede muchas veces hoy, que por la mañana habla y por la tarde ya es de la dirección. Tuvo un proceso de selección amplio con muchos talleres y ejercicios prácticos de formación. Aspecto rescatable en este reportaje. Decir que se es comunista hoy es fácil, lo complicado es ejercer este concepto en la práctica.
Por eso resulta aleccionador leer despacio este reportaje con el camarada Jorge Betuel Santofimio. No es un magister, es un campesino convencido de la lucha del Partido Comunista y en estos momentos del Pacto Histórico:
- Compañero Santofimio, ¿En dónde nació usted?
En el municipio de Ataco (Tolima), vereda Beltrán, en 1951.
- ¿Cómo llegó al seno de la lucha de los comunistas?
Llegué a la lucha de los comunistas en este país, porque mi papá, mi mamá y demás familia eran de esta política. A medida que me iba levantando, creciendo, me iban llevando a reuniones “privadas” (Clandestinas), tipo once o doce de la noche, a la orilla del Magdalena, de Natagaima para arriba, hasta una parte que se llama: Aipe (Huila).
En esa época, el comunismo o el Partido Comunista era prohibido, no se podía sus militantes reunirse de día, siempre tocaba de noche. La persecución del enemigo de la derecha era violenta, donde nos veía allá llegaba a acabarnos.
- ¿Cómo calificaban los enemigos de clase a los comunistas en ese entonces?
Afirmaban que el Partido Comunista era un Partido que había nacido en el extranjero, no era colombiano. Era calificado como un Partido asesino, agresivo, matón, ladrón, mechudo. Ese eran algunos calificativos que le daban al Partido Comunista en esa época. Por eso, nos tocaba reunirnos escondidos.
- ¿Cuántos años tenía usted cuando comenzó a interesarse por la lucha del Partido Comunista de Colombia?
Comencé a escuchar y a interesarme de la causa revolucionaria del Partido Comunista, de la edad de diez años, pero, me comenzaban a llevarme por allá, desde los ochos años. A los diez años, nos organizaron en pioneritos, aspirantes a ser estafetas. Nos hacían reuniones solo para nosotros los niños y los jóvenes. Iban compañeros y nos enseñaban, nos explicaban por qué la necesidad de estar organizados.
Después de eso, yo me fui formando, creciendo, fui entendiendo la razón de la causa, mis padres, mis tíos me iban dirigiendo y enseñando qué era realmente el Comunismo y cuál era la razón de su lucha. Yo les preguntaba a ellos, ¿Qué es el Comunismo? Me decían: Nosotros luchamos por acabar, bajar o tumbar un yugo imperialista que está sobre los hombros del pueblo trabajador, en el mundo y en Colombia. El Partido Comunista es el único capaz de derrotar ese imperio. Eso me decían ellos.
- ¿Cómo comenzó usted a ser Comunista? ¿Qué hacía de niño?
Después de diez años, me ingresaron a un núcleo de niños – jóvenes a ser aspirante, como dije antes. Nos hicieron reuniones, crearon un comité, en ese comité me dejaron como secretario político. Yo no sabía qué era eso. Pero, cuando nos reuníamos iba un compañero que le decían cuadro, nos hacía educación política. Nos explicaba por qué la necesidad de organizarnos. Sacaba uno libro que llamaba estatuto y se sacaba el programa de los comunistas colombianos de diez puntos. En cada reunión nos explicaba un párrafo.
A los doce años, conocía bien el Partido y eché a grabar por qué luchaba, pidiendo militancia. No me la dieron, porque era menor de edad, solo a los trece años. Me dijeron que era importante ya militar porque tenía una trayectoria, tenía conocimiento de la lucha Comunista, sabía qué era lo que iba a hacer.
A los catorce años, dirigía dos células de Partido, fui secretario político hasta cuando tuvimos durante dos años, una militancia de dieciocho compañeros y yo era el político, siendo muy jovencito. Después llegaron cuadros nacionales y funcionarios del Partido y nos hicieron talleres, talleres, talleres, talleres…Yo me politicé. A los catorce años cumplidos, me llevaron a ser miembro de la dirección del Partido en el departamento del Tolima, municipio de Coyaima, donde Luis Felipe González, fue el primer comunista que vi allí, como destacado dirigente político de esa dirección. Me recibió un tanto incrédulo. Aun se carcajeaba por mi apellido Santofimio. Decía: “Se nos metió la derecha al Comunismo”, me golpeaba la espalda y se sonreía. Yo miraba aquello como una broma, una especie manifestación de cariño.
Seguí recibiendo talleres, talleres, talleres y talleres. Después creamos un comité de radio en el municipio de Ataco, teniendo yo unos quince años. Fui secretario político por muchas décadas. Montamos una militancia como de treinta compañeros y de ese número, sacamos seis bases de Partido (células).
Mandaron a un compañero, funcionario de más poder, de más fuerza y nos dirigió, hasta cuando llegó un compañero que llamaba Martín Cardozo, que venía de los llanos orientales, perseguido político; llegó a Natagaima, se fue para Prado, lo volvieron a mandar a Natagaima y de allí, lo mandaron para el municipio de Ataco.
Después de eso, me bajaron a mí de secretario político y montaron al compañero Martín Cardozo, que hace más de veinticinco años murió; yo anduve con él, durante mucho tiempo y él me ayudó a politizar, sobre todo de ser consciente y hasta hoy, soy dirigente del Partido Comunista y de la izquierda en el municipio de Ataco; dirigente de la Unión Patriótica, hoy ayudando a dirigir unos sindicatos. Un sindicato que se crio ahí, en Fedetol, pero cuando se vino la violencia más desastrosa y amargada, nos tocó dejar la región. Veinte años después vuelvo, volviendo a organizar Partido, comunidades, masas.
Cuando la primera elección de Gustavo Petro Urrego, sacamos en Ataco mil votos, cuando antes no sacábamos sino cien votos. Cuando fui concejal en 1992, hasta finales de 1994, saqué 480 votos, lo que me valió el destierro de Ataco como dirigente Comunista. Pero, no me pesa compañero, porque volvimos de nuevo. Hoy contamos con una votación de casi 1500 votos, tenemos sindicatos, tenemos Up, tenemos Colombia Humana, tenemos el Pacto Histórico, tenemos gente nueva trabajando en función de nuestra causa. Hasta ahí le puedo contar, compañero.
- Usted entabló buena comunicación con un líder conservador que llegó a este pueblo de apellido Zuluaga. ¿Cómo fue posible el encuentro?
Eso fue un poquito más antes. Estaba yo con una edad de catorce años. Me hice amigo de él, José Zuluaga Gómez, era un conservador y fue un conservador, fue un alcalde militar, durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla.
Me decían que era bastante agrio y agrio quiere decir la persona que asesina gente sin lástima, sin temor.
Después de eso, que salió de alcalde militar, se quedó en Ataco. Se dedicó a ser odontólogo, montó su oficina. Yo estaba muy joven en esa época, casi llegando a los quince años, me hice amigo de él, porque llegué a que extrajera algunas piezas dentales.
Haciéndome el trabajo, me hablaba de la Revolución Cubana. Dije para mis adentros: ¿Será que este amigo me está metiendo los dedos a la boca para que yo muerda? ¿O será un revolucionario en el día de mañana? Yo le cogí confianza a ese amigo. A lo último me daba dormida, porque yo no tenía dónde dormir en Ataco.
El me nombraba como compañero. Por la confianza, una vez venía de una conferencia en Ibagué del Partido, al ser invitado, porque todavía no tenía la capacidad para ser miembro de dirección y me dieron unos periódicos. Por confianza le llevé uno y lo leyó. A los ocho o quince días que bajé al pueblo, me llamó para que le consiguiera otro. Que él no sabía que yo pertenecía a esa organización de izquierda, al Partido Comunista.
Que la lectura del periódico le enseñaba que las ideas eran diferentes a lo de antes en ese municipio y a nivel de departamento y del país. Trabajamos muy concretamente. Después, cuando la primera reunión que hicimos en Ataco, él nos buscó un salón y nos reunimos como unos treinta compañeros, en unas elecciones presidenciales, no recuerdo cuál era el candidato nuestro y nos ayudó a escribir la primera lista al Concejo Municipal a nombre del Partido Comunista Colombiano y una fracción de conservadores a la cabeza de José Zuluaga Gómez. Él encabezó la lista al Concejo, haciendo una alianza, saliendo concejal, esa época era dos años. Yo era el suplente, a mí me tocaba en el segundo año, pero no quise aceptar porque me daba mucho miedo y me sentía incapaz de hacer parte de un Concejo Municipal.
Él cumplió los dos años y de ahí para acá, se volvió muy amigo de nosotros. Eso seguramente, le causó la muerte cuando surgió la Unión Patriótica. Lo asesinaron.
- La pregunta del millón camarada: ¿Cómo ha actuado usted para salvar la vida en medio de tanta violencia de Estado?
Siempre he sido un Comunista activo. Utilicé y manejé lo que antes me enseñaba el Partido Comunista Colombiano: La principal defensa son las masas. Yo logré este triunfo organizativo de las masas al lado del Partido y cuando la persecución se vino, me escondía entre los liberales y conservadores pobres.
Una vez pasó esa violencia salí, continuamos con la lucha política. Cuando la Unión Patriótica en 1985, conocía bastante pueblo en la región. La dirección de Ibagué y algunos compañeros de Coyaima, Natagaima y Ataco, me nombraron coordinador de las 90 veredas que tiene Ataco, saliendo en compañía de algunos compañeros a hacer la tarea, siendo el político.
En esta dinámica conseguí muchas amistades que aceptaron los planteamientos de la Unión Patriótica, organizando el proyecto político en este municipio. Sin embargo, esto dio pie para que se continuara nuevamente la persecución contra mí. Los liberales y los conservadores me llamaron para que participara en una lista al Concejo Municipal. Yo les contesté: “No amigos: No puedo aceptar eso, porque soy un tipo de izquierda y nos están nuevamente asesinando. Aquí, mataron a José Zuluaga Gómez, mataron a un compañero que se llamaba: Benjamín Sotelo, mataron a un compañero que se llamaba: José Sevillano Ibarra y otros compañeros que en estos momentos se me escapan sus nombres”.
Yo me escondí. Me dijeron que habían pensado en mí, porque mi discurso no era un discurso agresivo, ni de persecución a los partidos tradicionales, sino un discurso de unidad. Les dije que no tenía plata para eso y que aún me daba miedo. Por la plata no hay problemas, ellos dijeron que me la costeaban.
Me fui para Ibagué e informé a la dirección del Partido. Un compañero me dijo: “Qué está pensando guevón, ¿para qué lo hemos educado? ¿Para qué lo estamos preparando? ¿Para qué le hemos dados talleres políticos? Entonces, ¿U ¿Un día de esto nos tomamos el Estado y usted no va a ser capaz de coger la alcaldía de Ataco? ¿En qué estamos? Métase allí, si le están dando esa oportunidad.
Les dije: Compañeros: Me da un poco de miedo, porque ya nos han matado a cuatro compañeros importantes en este municipio y tengo una familia que está comenzando a vivir y no quiero dejarlos huérfanos. Antes, recorrí unos departamentos y me encontraba con muchos niños huérfanos aguantando hambre, porque sus padres habían sido asesinados. En ese momento yo me acordaba de todo eso. Pero, acepté, pensando que no iba a salir.
Nos fuimos a las elecciones. La campaña se hizo. La gente me golpeaba el hombro y me decía que me iba a apoyar con el voto. El día de elecciones yo me metí en la finca con miedo. Como a los ocho me llamó el jefe liberal: Jorge lo necesitamos. Véngase para Ataco porque salió concejal. Me dio mucho susto.
Ensillé un caballo que tenía y me fui para el perímetro urbano de Ataco, llegué a la reunión, me entregaron la credencial, saliendo elegido con 480 votos. La gente admirada porque era la primera vez que un candidato al concejo sacaba tantos votos. Usted tiene simpatía en el pueblo, me dijeron. Si así fueran todos los comunistas en este país, Colombia ya hubiera cambiado.
- Camarada, usted estuvo preso. ¿Por qué?
Tuve preso mucho más antes, compañero. Estuve preso durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, no recuerdo con exactitud el año, pero fue durante este gobierno.
Yo de juventud era de ánimos, echado palante. Confiaba en la lucha, pensaba que algún día llegaríamos al poder. Tuve algunos encuentros con la gente que eran andariegos, estuve allá unos días. Allá, me dieron capacitación política de fortaleza, de hombría, de pantalones. Me politicé.
En el momento no había políticos. Esa vez citaron una reunión bien grande, hubo de todos los partidos, toda mi familia y mis amigos, me oyeron hablar y me dijeron que me quedara porque ellos no tenían políticos. Los que venía a la cabeza, como dirigentes, se reunieron y decidieron que me dejaban. Esa decisión para mí fue dura, porque yo estaba enseñado a estar por allá, pero, acepté la propuesta del Partido y la de ellos y me quedé.
Algunos amigos se dieron cuenta y un buen día, para un San Pedro, iba con unos amigos para una vereda que se llamaba Balsillas, bien nutrida, cuando el ejército llegó, mejor, nos lo encontramos, nos pararon y nos requisaron. Yo ya tenía tarjeta de identidad. Miraron el documento, me jalaron para un lado. El teniente ordenó que sacara la tarjeta y darle vuelta de ojo. Un señor militar la sacó y me miró diciendo: “Este es”.
Les dijeron a los otros: Váyanse y a mí me detuvieron hasta las dos de la tarde. Me trataban muy mal, me dieron golpes, puños. Estaba muy muchacho, lloraba. Me llevaron. En un puesto militar que había en Balsillas me iban a colgar a las 4:30 de la tarde. Un sargento, creo que demócrata, un teniente de apellido Cendales, ordenó colgarme y salieron dos soldados con un rejo a amarrarme y subirme a la viga, entonces, ese sargento dijo que no estaba de acuerdo, que primero lo colgaran a él, porque yo era un menor de edad. Se pusieron a discutir con el capitán. Le dijo: Usted que lo cuelga y yo que llamo a mi coronel, a la sexta brigada, que usted está haciendo lo que no nos corresponde. Por eso, no me colgaron.
Me llevaron y me pusieron preso. Allá, me torturaron bastante. Me golpeaban y me ponían la pistola en la cabeza. Duré quince días preso, era el más botado, el más maltratado, el que más hambre aguantaba, porque no me daban de comer. A los quince días me les volé. No sé de dónde saqué ánimos, saqué fortaleza, saqué hombría y me les volé y no se dieron cuenta. Al otro día se dieron cuenta a las nueve de la mañana, al llevarme el desayuno, pero ya no estaba. Al parecer duraron un año en la región buscándome, pero yo me había ido muy lejos. Así fue que caí preso.
Cuando volví, un buen amigo me llevó a donde un señor que era político que se llamaba Vigelio Chitiva y yo sin documentos de identidad, pues todavía no tenía tiempo para sacar la cédula. Le dije señor Chitiva, traigo un muchacho muy trabajador, muy honrado, muy honesto, me está ayudando hace mucho tiempo, pero, no tiene documentos de identidad. Él dice que perdió la tarjeta pasando el río. Hay harto ejército y están pidiendo documentos de identidad. A él le da miedo. Le pido una carta de recomendación. Me la hizo por dos años, mientras yo saqué los documentos de identidad. Esa es mi historia rapidísima.

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