(Palabras de Nelson Lombana Silva, en la plazoleta Darío Echandía de la ciudad de Ibagué (Tolima), el 4 de noviembre de 2020)
Compañeras y compañeros:
Más que discursos, yo quisiera convocarlos a todos ustedes, hombres y mujeres, jóvenes, a reflexionar sobre la vida y la esperanza a que tenemos derecho.
Este río impresionante de jóvenes asesinados y que han venido a esta plazoleta hoy, no puede más que expresar repugnancia y angustia de los que amamos la vida, amamos la esperanza y una oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe de los Buendía en Cien Años de Soledad.
No es posible que en pleno siglo XXI, se esté presentando un genocidio desproporcionado en Colombia y la clase dirigente de la espalda y, hoy el gobierno nacional, esté más preocupado por la reelección del villano, Donald Trump, en la presidencia de Estados Unidos, para que siga alimentando estos planes de exterminio y de cruda violencia contra los pueblos.
Estos jóvenes que hoy están en estas fotos, laten en nuestros corazones, donde fluye la vida como elemento fundamental. En esta tarde, aquí en la plazoleta Darío Echandía, no estamos reclamando tesis políticas, estamos reclamando el derecho a vivir, a poder controvertir ideológicamente y a asumir posiciones claras y consecuentes.
Desafortunadamente, el estado está tomado por la mafia, y esto hace que estos hechos que en cualquier parte del mundo, harían caer estrepitosamente al ministro de defensa y al mismo presidente de la República, en este país no pase absolutamente nada y siga esta sangría enlodando al pueblo colombiano.
¿Qué futuro, padres de familia, hombres y mujeres, esperan nuestros hijos con un estado en estas condiciones? ¿Qué futuro nos espera a los que soñamos con el debate político, la controversia civilizada, con las ideas y la argumentación? Realmente, en este país no tenemos la esperanza de transitar caminos de paz y de sosiego mientras exista esta descompuesta clase dirigente.
Hoy tenemos que romper esa indiferencia, hoy tenemos que sentir a estas compañeras y compañeros inmolados, como nuestros hermanos de clase. Y mamola, quienes creen que utilizando los medios de comunicación para denigrar y tergiversar el papel histórico de la insurgencia, sea fundamental para justificar estos crímenes horripilantes.
Quienes han tenido la posibilidad de acercarse a la investigación, saben perfectamente que en 1964, no surge la FARC como expresión de violencia, sino como respuesta al criminal Plan Laso de orientación norteamericana, contra un grupo minúsculo de campesinos y campesinas del sur del Tolima, liderado por el campesino, Manuel Marulanda Vélez, conocido también como Tirofijo. Más de 12 mil o 14 mil hombres, contra 82 humildes campesinos. Entonces, no es el Estado la víctima, es el victimario.
La insurgencia armada es una forma válida de lucha en un gobierno descompuesto como el nuestro. Para Santos poderse sentar a formular la propuesta de paz, tuvo que reconocer el estatus político a este movimiento guerrillero. Los colombianos tenemos el derecho a rebelarnos. Pero, lo que no tenemos derecho es a ser asesinados en estado de indefensión como viene sucediendo.
¡Ah! palabras de Gaitán cuando dijo: “El gobierno nacional tiene la metralla homicida para el colombiano y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”.
Por eso, compañeras y compañeros:
Este acto, debe llegar hasta lo más profundo de nuestros corazones. Y por lo menos, pensar y analizar. Necesitamos, compañeros y compañeras, que el acuerdo de la Habana se cumpla cabalmente. La insurgencia lo ha venido cumpliendo cabalmente, ha venido reconociendo sus errores, pero el que no quiere reconocer y contar los errores ha sido la contraparte. A la verdad es lo que le huye el Estado. El señor Fernando Londoño dijo que este acuerdo había que hacerlo trizas, simple y llanamente porque a esta oligarquía le teme a la verdad. Necesitamos saber quién viene financiando el paramilitarismo en Colombia; quién viene gestionando para entregar la soberanía nacional a los Estados Unidos, con sus nueve bases militares gringas; quién viene convirtiendo a en Colombia playa cabeza de agresión contra los hermanos países latinoamericanos, entre ellos, Venezuela. Esa verdad debe salir a flote para hacer una verdadera síntesis que nos permita conocer la verdad y construir sobre esa verdad un país posible.
Hoy, compañeras y compañeros: Viendo a estos niños y niñas que inocentes miran estos cuadros dantescos, nos debe conmover, nos debe llevar a dimensionar la posibilidad de seguir luchando por la paz. Nada para la muerte, ni un minuto para la muerte, ni un favor para la muerte; todo para la vida y para la esperanza. Que estas manifestaciones se repitan y que la verdad salga a flote y este drama que nos avergüenza ante propio y extraño, no se siga presentando. Jóvenes, hombres y mujeres: Si nosotros los viejos no fuimos capaces de hacer la paz, en sus manos está la posibilidad de que este país algún día, pueda vivir en paz y que sean los jóvenes los que entierren a sus viejos, y no los viejos a los jóvenes, como viene sucediendo en Colombia, desafortunadamente.
Muchas gracias.
Compañeras y compañeros:
Más que discursos, yo quisiera convocarlos a todos ustedes, hombres y mujeres, jóvenes, a reflexionar sobre la vida y la esperanza a que tenemos derecho.
Este río impresionante de jóvenes asesinados y que han venido a esta plazoleta hoy, no puede más que expresar repugnancia y angustia de los que amamos la vida, amamos la esperanza y una oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe de los Buendía en Cien Años de Soledad.
No es posible que en pleno siglo XXI, se esté presentando un genocidio desproporcionado en Colombia y la clase dirigente de la espalda y, hoy el gobierno nacional, esté más preocupado por la reelección del villano, Donald Trump, en la presidencia de Estados Unidos, para que siga alimentando estos planes de exterminio y de cruda violencia contra los pueblos.
Estos jóvenes que hoy están en estas fotos, laten en nuestros corazones, donde fluye la vida como elemento fundamental. En esta tarde, aquí en la plazoleta Darío Echandía, no estamos reclamando tesis políticas, estamos reclamando el derecho a vivir, a poder controvertir ideológicamente y a asumir posiciones claras y consecuentes.
Desafortunadamente, el estado está tomado por la mafia, y esto hace que estos hechos que en cualquier parte del mundo, harían caer estrepitosamente al ministro de defensa y al mismo presidente de la República, en este país no pase absolutamente nada y siga esta sangría enlodando al pueblo colombiano.
¿Qué futuro, padres de familia, hombres y mujeres, esperan nuestros hijos con un estado en estas condiciones? ¿Qué futuro nos espera a los que soñamos con el debate político, la controversia civilizada, con las ideas y la argumentación? Realmente, en este país no tenemos la esperanza de transitar caminos de paz y de sosiego mientras exista esta descompuesta clase dirigente.
Hoy tenemos que romper esa indiferencia, hoy tenemos que sentir a estas compañeras y compañeros inmolados, como nuestros hermanos de clase. Y mamola, quienes creen que utilizando los medios de comunicación para denigrar y tergiversar el papel histórico de la insurgencia, sea fundamental para justificar estos crímenes horripilantes.
Quienes han tenido la posibilidad de acercarse a la investigación, saben perfectamente que en 1964, no surge la FARC como expresión de violencia, sino como respuesta al criminal Plan Laso de orientación norteamericana, contra un grupo minúsculo de campesinos y campesinas del sur del Tolima, liderado por el campesino, Manuel Marulanda Vélez, conocido también como Tirofijo. Más de 12 mil o 14 mil hombres, contra 82 humildes campesinos. Entonces, no es el Estado la víctima, es el victimario.
La insurgencia armada es una forma válida de lucha en un gobierno descompuesto como el nuestro. Para Santos poderse sentar a formular la propuesta de paz, tuvo que reconocer el estatus político a este movimiento guerrillero. Los colombianos tenemos el derecho a rebelarnos. Pero, lo que no tenemos derecho es a ser asesinados en estado de indefensión como viene sucediendo.
¡Ah! palabras de Gaitán cuando dijo: “El gobierno nacional tiene la metralla homicida para el colombiano y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”.
Por eso, compañeras y compañeros:
Este acto, debe llegar hasta lo más profundo de nuestros corazones. Y por lo menos, pensar y analizar. Necesitamos, compañeros y compañeras, que el acuerdo de la Habana se cumpla cabalmente. La insurgencia lo ha venido cumpliendo cabalmente, ha venido reconociendo sus errores, pero el que no quiere reconocer y contar los errores ha sido la contraparte. A la verdad es lo que le huye el Estado. El señor Fernando Londoño dijo que este acuerdo había que hacerlo trizas, simple y llanamente porque a esta oligarquía le teme a la verdad. Necesitamos saber quién viene financiando el paramilitarismo en Colombia; quién viene gestionando para entregar la soberanía nacional a los Estados Unidos, con sus nueve bases militares gringas; quién viene convirtiendo a en Colombia playa cabeza de agresión contra los hermanos países latinoamericanos, entre ellos, Venezuela. Esa verdad debe salir a flote para hacer una verdadera síntesis que nos permita conocer la verdad y construir sobre esa verdad un país posible.
Hoy, compañeras y compañeros: Viendo a estos niños y niñas que inocentes miran estos cuadros dantescos, nos debe conmover, nos debe llevar a dimensionar la posibilidad de seguir luchando por la paz. Nada para la muerte, ni un minuto para la muerte, ni un favor para la muerte; todo para la vida y para la esperanza. Que estas manifestaciones se repitan y que la verdad salga a flote y este drama que nos avergüenza ante propio y extraño, no se siga presentando. Jóvenes, hombres y mujeres: Si nosotros los viejos no fuimos capaces de hacer la paz, en sus manos está la posibilidad de que este país algún día, pueda vivir en paz y que sean los jóvenes los que entierren a sus viejos, y no los viejos a los jóvenes, como viene sucediendo en Colombia, desafortunadamente.
Muchas gracias.
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