La once tesis de Carlos Marx sobre Feuerbach, sostiene que no se trata únicamente de interpretar el mundo, sino de transformarlo. José Martí, diría: “Decir y hacer”. O sea, teorizar y practicar. La razón es fundamental: El marxismo es ciencia.
Todo concepto se considera científico, solo si es demostrado a través de la práctica. El agua – por ejemplo – está formada por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Es decir, no es creación, es evolución.
Sin embargo, estos dos conceptos: Interpretar y transformar, no se pueden mirar separadamente y menos dogmáticamente. Marx llama a interpretar pero no a quedarse ahí, sino avanzar en la transformación.
No es suficiente con saber que el capitalismo es un sistema inhumano y explotador, hay que avanzar en la transformación de este sistema en un sistema con rostro humano, el sistema socialista. Platón decía: “El que lee y lee y no practica, es como el que ara y ara, pero nunca siembra”.
En ese contexto, tampoco se puede generalizar. Decir, por ejemplo, que todo el mundo es bueno o todo el mundo es malo. Dentro de los buenos hay malos y dentro de los malos buenos.
Así las cosas, durante la vida del filósofo de Tréveris, diríamos que los filósofos estaban enfrascados en una dura disputa: Unos por demostrar la existencia de Dios (idealistas) y otros por negarla (Materialistas).
Marx, que era materialista, no dualista, tiene la suficiente lucidez mental para resolver el problema planteado. No se trata – dice – únicamente de interpretar el mundo (subrayo únicamente), sino de transformarlo.
En ese proceso de transformar el mundo caben perfectamente creyentes (idealistas) y no creyentes (materialistas). El argumento es claro en el sentido de que creer o no creer es cuestión personal. Como quien dice: Si tú quieres creer, crea; si tú no quieres creer, no crea. Es tú decisión. Lo único cierto es que hay que unirnos para cambiar el mundo, es decir, la realidad social, económica, política, cultural e ideológica. Y, ¿Cuál es la fuerza que garantiza este proceso? La praxis (La práctica). Marx, dice: “Todo problema teórico se resuelve en la práctica”.
La experiencia religiosa de Golconda
Esta sucinta introducción para analizar el papel de los sacerdotes progresistas agrupados en el movimiento Golconda, que tuvo su impacto durante las décadas de los 60s y los 70s, principalmente, en Colombia y en Latinoamérica. Fue un movimiento revolucionario que aportó bastante a la formación ideológica y política del pueblo, sobre todo, a la toma de conciencia social y de clase. De igual manera, se convirtió en una importante diatriba contra el sistema capitalista y su principal clase social: La Burguesía.
Quiere decir que al interior de la iglesia católica ha habido sacerdotes y obispos consecuentes con los intereses populares del pueblo. Mártires incluso, como el arzobispo de El Salvador, Monseñor Arnulfo Romero, o los sacerdotes Manuel Pérez y Camilo Torres Restrepo, entre otros.
¿Qué nos deja esto de enseñanza? Nos deja de enseñanza de cara al siglo XXI, que no hay que dividir la humanidad entre creyentes y no creyentes, sino entre partidarios de la vida y partidarios de la muerte. Hay que sumar fuerzas creyentes y no creyentes (Teos y Ateos), para transformar la realidad cruda del capitalismo, abriendo las posibilidades a la construcción del nuevo sistema llamado: Socialismo.
Antecedentes de Golconda
El movimiento religioso Golconda de Colombia no nace de la nada. Hay unos antecedentes concretos del orden externo e interno, o sea, internacional y nacional. Hechos objetivos.
Para el efecto, citaremos dos, principalmente: Uno, tiene que ver con la Revolución Cubana, ocurrida el primero de enero de 1959. Es un acontecimiento histórico que da paso al primer estado Socialista en América. Fue impactante el suceso de que floreciera el Socialismo en este continente. Era la demostración inequívoca de que otro sistema contrario al capitalismo era cierto y existía a partir de este año en esta parte del mundo. Por más que hicieron los Estados Unidos y los gobiernos abyectos al imperialismo por impedir que se regara por todo el continente la buena nueva, ésta se regó como pólvora: El Socialismo es una realidad y ha nacido en Cuba.
El otro aspecto, tiene que ver con los nuevos planteamientos de la Iglesia Católica a partir del Concilio Vaticano II, dirigido por el Papa Juan XXIII y posteriormente, Paulo VI. En su prédica hay elementos marxistas importantes que colocan sus planteamientos a tono con los anhelos de la cristiandad sacudida por la miseria y la brutal explotación del hombre por el hombre.
En términos sencillos, se podría decir que se comienza a generar teología desde América, dejándose de importar ciegamente desde Europa como hasta entonces sucedía. Así es que aparece en este continente la “Teología de la Liberación” o “Iglesia de la Liberación”.
Estos elementos se constituyen en premisas para el surgimiento del movimiento religioso de Golconda.
De igual manera, algunos factores del orden interno tienen que ver con la pobreza, la concentración de la riqueza en pocas manos y la supina explotación del hombre por el hombre.
El periodista de Le Monde, Henri Fesquet, publicaba para la época algunas cifras estadísticas escalofriantes que retrataban perfectamente la realidad del pueblo colombiano: “De cada 400 enfermos sólo 65 pueden tener asistencia de un médico…Hay 4 doctores por cada 10.000 habitantes. La mayoría de la población sufre de hambre. Cien niños, por lo menos, mueren diariamente como consecuencia de la subalimentación. Solamente en Bogotá se encuentran 5000 niños abandonados que vagan por la ciudad día y noche. Un 2% de los propietarios poseen el 70 por ciento de las tierras, mientras que un 74% sólo poseen el 4% de la superficie cultivable”.[i]
Este movimiento produjo honda reacción del gobierno de Carlos Lleras Restrepo, quien no dudó en reprimir el movimiento con toda severidad. Solo se le ocurrió decir que era obra del comunismo. En alocución televisada, indicó: “Ahora me encuentro frente a ciertos documentos que se salen del lenguaje y del espíritu de las encíclicas papales y de la pastoral del episcopado colombiano”.[ii] Igual, Alberto Lleras Camargo (otra vaca sagrada del establecimiento de la época), dijo: “Los padrecitos creen que sólo la revolución en la tierra tiene atractivo para conducir subrepticiamente a los jóvenes y a los pobres al reino de Cristo”.[iii]
Y es que la postura de este movimiento religioso era proclive al pueblo secularmente engañado, explotado y oprimido. Era una respuesta consecuente a la crisis dramática del pueblo. El cura Vicente Mejía, de solo 33 años, denunciaba al periodista de Le Monde: “Lo que usted ha visto en Medellín es terrible, pero es aún peor en los tugurios rurales debido a la soledad y a la falta de servicios que puede facilitar, a pesar de todo, la ciudad”.[iv]
Por su parte, monseñor Germán Guzmán, indicó: “La iglesia católica se encuentra ante el siguiente dilema: O se sitúa de plano del lado de los oprimidos, que son la mayoría, o permanece encadenada a las estructuras oligárquicas”.[v]
Las palabras del Papa Paulo VI, de paso por Colombia, retumbó al hablar desde la población de Mosquera (Cundinamarca): “Vosotros sois Cristo para nosotros; el Cristo vivo y doliente; escuchamos el grito que se eleva de vuestros sufrimientos; queremos ser solidarios con vuestra justa causa, que es la de las gentes humildes”.[vi]
El obispo de Santo André, Brasil, Jorge Marcos, fue más radical y contunden al platear: “Yo aceptaría una revolución popular armada. El propio Papa la aceptaría con tranquilidad, allí donde hubiera una opresión y salarios que hacen a los hombres pasar hambre. Yo no hago ninguna diferencia entre una misa y una huelga de trabajadores. La una es importante como la otra porque una y otra tienen como base el sacrificio”.[vii]
El documento de Golconda
El documento de Golconda fue firmado el 13 de diciembre de 1968, por monseñor Gerardo Valencia y 49 sacerdotes, 15 de los cuales permanecieron en el anonimato.
Dicho documentos tiene tres partes importantes: 1. Una descripción de la realidad social del país; 2. Un examen de esa realidad a la luz del evangelio; 3. Unas aplicaciones o líneas de acción.
Algunos aspectos centrales de este documento son los siguientes:
1. Para Golconda el subdesarrollo es producto de la dependencia externa. Afirma el documento: “Denunciamos aquí el imperialismo de cualquier signo ideológico que se ejerce en América Latina, en forma indirecta y hasta con intervenciones directas”.
2. Golconda considera que el subdesarrollo colombiano es debido a la dominación de la minoría (Burguesía).
3. Golconda considera que la misión del militarismo está encaminada a proteger “el orden establecido”, el establecimiento, el gobierno. Su misión es proteger los intereses de la clase dominante.
4. Golconda destaca que mientras se construyen edificios, aeropuertos, grandes vías, la miseria galopa afectando al pueblo.
5. Golconda reclama una reforma agraria. La tierra debe ser para quien la trabaja.
6. Golconda considera que el hambre, la miseria, las enfermedades de tipo masivo, la mortalidad infantil, el analfabetismo y la marginalidad, producen brotes de violencia y poca participación de las comunidades.
7. Se debe manifestar siempre la unidad profunda entre el plan salvífico de Dios y la realidad humana. Somos espíritu (conciencia), pero también materia. Debe superarse la oposición entre lo temporal y lo eterno.
8. La misión del sacerdote no es defender la burguesía, es defender el pueblo, el templo vivo del espíritu santo. “La consagración sacerdotal del orden sitúa al sacerdote en el mundo para el servicio de los hombres. Esto exige en todo sacerdote una especial solidaridad de servicio humano, de tal modo que de su consagración resulte una manera especial de presencia en el mundo más que una segregación de él”, señala el documento.
Este movimiento religioso fue duramente reprimido por el Estado y por la alta jerarquía eclesiástica con honrosas excepciones. Dejó su impronta que hoy desarrolla con la teología de la liberación o iglesia de la liberación, proyecto que une a marxistas y no marxistas alrededor de la lucha por construir un país al alcance de todos y todas.
De esta manera, se trata de rescatar el verdadero mensaje de ese Jesús, brutalmente traicionado por los sumos sacerdotes, torturado y crucificado por decir la verdad, practicar la justicia social y desarrollar la teoría del amor como antítesis a la teoría violenta de la ley del Talión de ojo por ojo y diente por diente. Desde esta perspectiva Jesús fue el primer revolucionario que agitó estas consignas de unidad, paz, reconciliación y progreso para todos y todas. Después de Jesús quien más se aproxima a ese proyecto es el Comunista, por cuanto conscientemente está dispuesto a dar la vida por los demás. Así las cosas, hay que fortalecer la unidad entre creyentes y no creyentes alrededor del cambio urgente que necesita Colombia. La unidad es el camino.
[i] Ibíd. Página consultada 30.
[ii] Ibíd. Página consultada 28.
[iii] RESTREPO, Javier Darío. La revolución de las sotanas, Golconda 25 años después. Editorial Planeta. 2ª edición 1995. Página consultada 28.
[iv] Ibíd. Página consultada 31.
[v] Ibíd. Página consultada 31.
[vi] Ibíd. Página consultada 32.
[vii] Ibíd. Página consultada 34.
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