Los devaneos del presidente de la república, Juan Manuel Santos Calderón.- Foto Internet |
Los devaneos del presidente de la república, Juan Manuel Santos Calderón, son permanentes en relación con el proceso de paz que se adelanta en la Habana, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep).
Incluso, colocando en grave riesgo los diálogos sale a decir sandeces propias de su clase social, en aras de imponer su pensamiento, que no es otra cosa que la ideología de la clase dominante, de tal manera que todo cambie para que nada cambie. Eso es lo que acaricia la burguesía a través de su agente Santos: Hacer que la guerrilla firme apresuradamente un proceso de paz a cambio de nada. Qué iluso, pero también qué salvaje.
Santos quiere que 52 años de lucha y resistencia se sinteticen en nada. Por el contrario. En contra de los anhelos del pueblo colombiano y que el movimiento fariano cambie su lucha por carro, finca y beca. Se equivoca la burguesía de cabo a rabo. La Farc no es el M – 19, con todo el respeto de este movimiento guerrillero.
La agenda para la paz que se viene desarrollando es apenas elemental, sin desconocer que en el eventual caso que el gobierno cumpla con su palabra (Quién no duda de la palabra de Santos), sea un avance en el sentido de no asesinar al pueblo porque se atreve a pensar distinto al régimen y a la clase dominante.
Por eso, los acuerdos parciales que se han venido aprobando los debe hacer suyos el pueblo colombiano. Defenderlos y masificarlos, estar atento para que se cumplan y ser incluso, protagonista de primera línea.
Santos siempre ha intentado sabotear la agenda imponiendo unilateralmente los criterios de la burguesía. En ataque de arrogancia ha dicho que gústele o no le guste a la insurgencia se impondrá el plebiscito por la paz. ¿Esa es la postura correcta de un gobernante que supuestamente está interesado en la paz?
En la Habana no hay un monólogo. Hay un proceso de diálogo entre dos fuerzas contrarias, antagónicas: Mientras la insurgencia lucha por la vida, el presidente por la muerte.
Cualquier decisión sobre el particular debe ser fruto del acuerdo de las dos partes en condiciones de igualdad. Nada de imposición por algo elemental: Ni la guerrilla, ni el gobierno, llegan a la mesa de diálogos vencidos.
El plebiscito no es la salida para convalidar lo acordado en la Habana, lo correcto sería la Asamblea Nacional Constituyente. Claro, no cualquier clase de constituyente donde solo tenga acceso los representantes de la clase dominante. Debe ser una asamblea nacional constituyente democrática, incluyente y participativa con capacidad decisoria. Allí, deben estar todos los sectores que hacen parte de nuestra colombianidad. Nada de exclusiones.
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