Lucha de clases |
No es casual que el reciente pleno nacional del Partido Comunista Colombiano haya dedicado gran parte de su tiempo disponible a estudiar el contenido del proceso de paz que se desarrolla en la Habana (Cuba) entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep) y el presidente Santos.
Tampoco que sus principales cuadros nacionales y regionales coincidan en afirmar que es el acontecimiento más importante presentado en Colombia en las últimas décadas. Se trata nada más y nada menos de parar un conflicto social y armado que supera las cinco décadas, gracias a un régimen antidemocrático, sectario y criminal como es el que predomina en este país bolivariano y sudamericano.
En Colombia hay dos clases sociales antagónicas. Sus intereses son totalmente diferentes: La burguesía (clase dominante) y el proletariado (clase dominada). Las perspectivas de paz para la burguesía son totalmente diferentes a las perspectivas del proletariado. La principal perspectiva de la clase dominante es raparle las armas al pueblo alzado en armas (guerrilla), mientras que para la clase dominada su principal acento o esperanza es erradicar las causas que dieron origen a este conflicto armado, causas sociales, económicas, políticas, culturales, ambientales, etc.
Por lo tanto, se puede afirmar sin ambages, que el proceso de paz en Colombia está cruzado por la lucha de clases. Es una disputa por conquistar la verdadera paz que necesita la patria también bolivariana y sudamericana. Disputa violenta, agresiva y dramática, por cuanto estas clases sociales son irreconciliables entre sí, la tirantez continuará y alguna de las dos sucumbirá tarde o temprano.
Santos representa a la burguesía, el pueblo fariano al proletariado. El primero quiere una paz light, sin reformas, gratis, casi a manera de derrota, mejor, sumisión. Por su parte, el pueblo fariano quiere paz con justicia social. Es decir, paz con tierra para quien la trabaja, con educación pública, salud para todos y todas, bienestar, deporte y posibilidades para los niños, los jóvenes y los adultos mayores.
Así las cosas, no resulta gratuito que Santos coloque toda la parafernalia a favor de la clase dominante y a favor de la paz de su tamaño. Viene utilizando descaradamente todos los aparatos ideológicos y represivos para imponer su paz a como dé lugar. “El modelo económico no está en juego”, ha dicho reiterativamente. Se empecina en que todo cambie para que nada cambie. Trata de hacer creer que la paz es solo subjetividad. Es decir, que la paz o la guerra (violencia) no tienen nada que ver con el modelo neoliberal.
La burguesía entiende la paz como una renuncia del pueblo a exigir sus derechos, un desarme total para quedar a merced de la dictadura macabra de las leyes de mercado y de la clase dominante.
He ahí, el desafío principal de la clase dominada (proletariado) en Colombia. Se trata de imponer sus intereses, sus sueños y sus expectativas en torno al proceso de paz que se viene desarrollando. Claro lo dice la reciente declaración del Partido Comunista Colombiano a raíz de su reciente pleno nacional: “La paz con justicia social es conquista posible. Se requiere acelerar la unidad y la convergencia de la izquierda al calor de la movilización”. Ese es el camino, único, no hay otro: La unidad al calor de la movilización.
Implica erradicar el sectarismo, la miopía y la concepción mecanicista de la unidad. Implica además, voluntad política y conciencia de clase. La conducta excluyente, sectaria y egoísta de algunos grupos o sectores que se proclaman de izquierda en nada contribuye a fortalecer la correlación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado. Esas posturas nos hacen débiles, inferiores. Pretender desconocer el papel unitario de los comunistas es un error catastrófico, por cuanto los comunistas hasta con su propia sangre han reivindicado con sinceridad la política unitaria sin sectarismos y sin ambigüedades de ninguna naturaleza.
Nadie como los comunistas para entender la lucha de clases y la imperiosa necesidad de la unidad. El pueblo debe despertar a defender los acuerdos firmados en la Habana en una eventualidad de que así suceda y no quedarse inmóvil y de espaldas. Nada entregará por las buenas la clase dominante, la clase dominada debe raparle conquistas y éstas son posibles si hay unidad, organización y formación política. De lo contrario, estaríamos condenados una vez más a cien años de soledad, como bien diría Gabriel García Márquez.
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