Autografió obras fundamentales de su padre que siguen iluminando la lucha. Foto Nelosi |
“La segunda pregunta. Yo tuve la desgracia de no poder compartir mucho con mi papá. Era muy pequeñita cuando mi papá sale para el Congo. Tenía cuatro años y medio. En esos cuatro años y medio de vida, mi papá recorrió el mundo, prácticamente, dos veces, llevando el mensaje de la Revolución Cubana. Trabajaba dieciséis horas diarias cuando estaba en Cuba, primero fue el ministro de la banca internacional, después el ministro de industria de un país eminentemente agrícola; imagínese el trabajo titánico que tuvo este hombre de formar industrias en un país que no tenía trabajadores, tenía campesinos sobre todo”.
“Es titánico el esfuerzo que hizo. Los primeros años de Revolución fueron muy duros de trabajo, pero siempre digo que tuve el privilegio de tener una madre espectacular. En primer lugar, que fue guerrillera al igual que él, en segundo lugar, que ella siendo una mujer feminista. Es decir, que defendió siempre los derechos de las mujeres, entendió que su esposo era más útil para la Revolución. Ella hizo todo lo posible para apoyarlo a él, para que pudiera trabajar tranquilo, libre, sin preocuparse y ella se ocupó más de nosotros en esa etapa de la vida”.
“Pero con algo muy hermoso: Mi papá siempre estaba presente. Es decir, yo no sentí la ausencia de mi papá realmente hasta que no fui casi una adolescente, porque ella me lo hacía presente todos los días sin ningún tipo de reclamos contra mi papá. Jamás. Mi papá era el bueno de la película. Ella era la mala. Ella era la que ponía disciplina, la que exigía disciplina, mi papá casi era una cosa divina. Y la verdad que lo era”.
“Desde el punto de vista de hombre completo, de compañero, de guerrillero, de comandante, de ministro, de hombre inteligente, era completo. Además, en cinco años, cuatro hijos. Así que buena puntería. En ese sentido, era un hombre completo. (Risas)”.
“Ella es la responsable de nuestra educación. Realmente, si hoy somos hombres y mujeres socialmente útiles es porque ella estuvo siempre a nuestro lado. Déjeme decirle que ella se quería ir con él, ella quería salir con mi papá a Bolivia. Él no se lo permitió. Le dijo que la única persona que confiaba para educarnos y formarnos a nosotros era ella. Ella tiene que sacrificarse nuevamente y se queda con sus hijos”.
“Él le prometió que estaría dos años en la guerrilla y ella se reuniría con él. Desgraciadamente no fue así, quedó esa promesa en el aire. Pero todo el tiempo hizo que mi papá estuviera presente. Si yo aprendí a querer a mi papá fue a través del amor que ella sentía por él. Lo aprendí a querer de verdad con todos sus escritos, todas sus formas de decirles a los jóvenes las cosas. Desde muy pequeña me enseñaba a leer. Por ejemplo, este libro: “Notas de viaje”, cuando todavía no se pensaba publicar, yo tenía 16 años, cuando ella medió el manuscrito y me dijo: Lee esto. No me dijo de quién era el escrito. Inicialmente, me enamoré del muchacho. Estaba suspirando, hasta que me dije: espérate que ese tipo es tu papá. Me di cuenta que ese hombre maravilloso era mi papá. Pero era lindísimo de verdad. Una vez más me sentí muy orgullosa de ser su hija”.
“Ese tipo de cosas fue la que ella fue promocionando siempre. Es decir, conocerlo desde chiquito, desde pequeño, jovencito, cómo era, cómo fue evolucionando, las cosas que le gustaban, las cosas que él quería. Por ejemplo, una vez mi hermano Camilo una perreta que agarró siendo chiquito, rompió un libro. Mi papá se puso verde, pero verde (furioso), porque ni pegarle a un animal, ni romper nunca un libro. Eso es sagrado para el ser humano. Primero porque somos más grandes y más fuertes que los animales domésticos, por supuesto y no podemos hacerle daño por gusto a ningún tipo de animal y, segundo, los libros porque son la enseñanza, es donde está recogida la enseñanza de toda la humanidad. Entonces cómo dañar un libro que podría ser lo que te sirva para ser mejor en la vida. No dañar nunca un libro. Enseñanza pequeña que fuimos captando de los primeros momentos”.
“Pero de verdad yo pienso que si hoy somos útiles es porque ella nos enseñó. No permitió ningún privilegio. Ustedes saben que cuando un compañero falta, sus compañeros tratan no de dar ese amor que hace falta, porque ellos tienen su propia familia y sus propias preocupaciones. Pero intentan por todos los medios de que no te falten cosas básicas para la vida. A veces se les va un poco la mano y ya no son cosas básicas, sino regalitos. Mi mamá prohibió terminantemente todas esas cosas. Cuando los niños cubanos no tenían ropa, nosotros no tuvimos ropa”.
“Mis hermanos tuvieron sin calzoncillos durante semanas porque en Cuba no había, mi mamás les hacía la ropa interior de las blusas que iba quedando de la más vieja. Con eso les hacía la ropa interior a mis hermanos”.
“Yo estuve en una escuela, becada desde los once años de edad porque yo quise. Ella lo permitió. Fue en una escuela militar. Me dediqué con once añitos y fue una cosa dura para mí, después de darme cuenta que no era fácil la beca, pero mi mamá se opuso y me dijo: Usted fue la que la eligió, usted termina la beca. Fueron seis años bien duros, pero de buena formación. Por eso les digo que disparo bien, porque de jovencita me eduqué en ese sentido. También se lo debo a mi mamá, la resistencia de ella y el de no permitir ningún privilegio, ningún trato especial a los hijos del Che, éramos y somos, hombres y mujeres del pueblo cubano y como tal nos comportábamos”.
“Yo tengo dos misiones internacionalistas como médico, me fui a Nicaragua y de ahí me gradué en la UNAM porque los cubanos no tenían médicos suficientes en esa época y fuimos a estudiar medicina el último año y me gradué en esta universidad y de la Habana como médico. Después me fui a Angola, como médico pediatra dos años también, en plena guerra de Angola. Eso fue por ella, porque ella nos inculcó desde pequeño los principios y todo lo más hermoso de mi papá. No lo hizo un deber. Entonces, desde muy pequeños lo respetamos y lo admiramos como el hombre completo que es”.
“En ese sentido, le agradecemos mucho a ella, tener esa presencia. Hay veces que me dice que si no nos sentimos abandonados por mi papá, porque él decidió irse a pelear a otra parte del mundo y no se quedó con sus hijos. Pero debo decirlo: Mi papá no se fue a pelear a otro planeta, se fue a pelear por este, por un mundo mejor y si un mundo mejor es, entonces es también un mundo mejor para sus hijos seguramente. Así que estamos incluidos en ese sacrificio como niños, como personas que íbamos a crecer en un mundo mucho más libre para todos. Así que no le reprochamos absolutamente nada. Al contrario. Decimos quizás que reprochamos no haber tenido la edad suficiente para acompañarlo. Pero nada más”. (Aplausos)
Otra pregunta fue formulada por el camarada Gilberto Salinas Novoa, miembro de la dirección regional Tolima del Partido Comunista Colombiano, en relación con la ayuda en el proceso revolucionario en Colombia.
Contestó: “Las decisiones son de los pueblos. Nosotros hemos aprendido siempre a respetar lo que los pueblos dicen. Si el pueblo sostiene un movimiento revolucionario, nosotros lo estaremos apoyando hasta las últimas consecuencias. Si el pueblo quiere paz, nosotros estaremos apoyando la paz de ese pueblo. Ahora, siempre advertimos una cosa: Por favor, que la paz sea con dignidad siempre, porque si no, no vale la pena la paz”.
“En ese sentido, por supuesto que apoyamos lo que el pueblo colombiano decida y quiera hacer. Siempre mostrando nuestro ejemplo de vida, lo que hemos logrado no es porque seamos seres humanos diferentes, sino porque tenemos una sociedad diferente, que nos ha permitido florecer como seres humanos. Pero eso es una decisión de cada pueblo, cómo obtiene eso, qué está dispuesta a dar por obtenerlo. Eso solamente lo puede decir un pueblo”.
“Nosotros tenemos la obligación de apoyar ese pueblo hasta las últimas consecuencias y es lo que hacemos”, terminó respondiendo la pregunta del camarada Salinas Novoa la camarada médica, Aleida Guevara March.
“Es titánico el esfuerzo que hizo. Los primeros años de Revolución fueron muy duros de trabajo, pero siempre digo que tuve el privilegio de tener una madre espectacular. En primer lugar, que fue guerrillera al igual que él, en segundo lugar, que ella siendo una mujer feminista. Es decir, que defendió siempre los derechos de las mujeres, entendió que su esposo era más útil para la Revolución. Ella hizo todo lo posible para apoyarlo a él, para que pudiera trabajar tranquilo, libre, sin preocuparse y ella se ocupó más de nosotros en esa etapa de la vida”.
“Pero con algo muy hermoso: Mi papá siempre estaba presente. Es decir, yo no sentí la ausencia de mi papá realmente hasta que no fui casi una adolescente, porque ella me lo hacía presente todos los días sin ningún tipo de reclamos contra mi papá. Jamás. Mi papá era el bueno de la película. Ella era la mala. Ella era la que ponía disciplina, la que exigía disciplina, mi papá casi era una cosa divina. Y la verdad que lo era”.
“Desde el punto de vista de hombre completo, de compañero, de guerrillero, de comandante, de ministro, de hombre inteligente, era completo. Además, en cinco años, cuatro hijos. Así que buena puntería. En ese sentido, era un hombre completo. (Risas)”.
“Ella es la responsable de nuestra educación. Realmente, si hoy somos hombres y mujeres socialmente útiles es porque ella estuvo siempre a nuestro lado. Déjeme decirle que ella se quería ir con él, ella quería salir con mi papá a Bolivia. Él no se lo permitió. Le dijo que la única persona que confiaba para educarnos y formarnos a nosotros era ella. Ella tiene que sacrificarse nuevamente y se queda con sus hijos”.
“Él le prometió que estaría dos años en la guerrilla y ella se reuniría con él. Desgraciadamente no fue así, quedó esa promesa en el aire. Pero todo el tiempo hizo que mi papá estuviera presente. Si yo aprendí a querer a mi papá fue a través del amor que ella sentía por él. Lo aprendí a querer de verdad con todos sus escritos, todas sus formas de decirles a los jóvenes las cosas. Desde muy pequeña me enseñaba a leer. Por ejemplo, este libro: “Notas de viaje”, cuando todavía no se pensaba publicar, yo tenía 16 años, cuando ella medió el manuscrito y me dijo: Lee esto. No me dijo de quién era el escrito. Inicialmente, me enamoré del muchacho. Estaba suspirando, hasta que me dije: espérate que ese tipo es tu papá. Me di cuenta que ese hombre maravilloso era mi papá. Pero era lindísimo de verdad. Una vez más me sentí muy orgullosa de ser su hija”.
“Ese tipo de cosas fue la que ella fue promocionando siempre. Es decir, conocerlo desde chiquito, desde pequeño, jovencito, cómo era, cómo fue evolucionando, las cosas que le gustaban, las cosas que él quería. Por ejemplo, una vez mi hermano Camilo una perreta que agarró siendo chiquito, rompió un libro. Mi papá se puso verde, pero verde (furioso), porque ni pegarle a un animal, ni romper nunca un libro. Eso es sagrado para el ser humano. Primero porque somos más grandes y más fuertes que los animales domésticos, por supuesto y no podemos hacerle daño por gusto a ningún tipo de animal y, segundo, los libros porque son la enseñanza, es donde está recogida la enseñanza de toda la humanidad. Entonces cómo dañar un libro que podría ser lo que te sirva para ser mejor en la vida. No dañar nunca un libro. Enseñanza pequeña que fuimos captando de los primeros momentos”.
“Pero de verdad yo pienso que si hoy somos útiles es porque ella nos enseñó. No permitió ningún privilegio. Ustedes saben que cuando un compañero falta, sus compañeros tratan no de dar ese amor que hace falta, porque ellos tienen su propia familia y sus propias preocupaciones. Pero intentan por todos los medios de que no te falten cosas básicas para la vida. A veces se les va un poco la mano y ya no son cosas básicas, sino regalitos. Mi mamá prohibió terminantemente todas esas cosas. Cuando los niños cubanos no tenían ropa, nosotros no tuvimos ropa”.
“Mis hermanos tuvieron sin calzoncillos durante semanas porque en Cuba no había, mi mamás les hacía la ropa interior de las blusas que iba quedando de la más vieja. Con eso les hacía la ropa interior a mis hermanos”.
“Yo estuve en una escuela, becada desde los once años de edad porque yo quise. Ella lo permitió. Fue en una escuela militar. Me dediqué con once añitos y fue una cosa dura para mí, después de darme cuenta que no era fácil la beca, pero mi mamá se opuso y me dijo: Usted fue la que la eligió, usted termina la beca. Fueron seis años bien duros, pero de buena formación. Por eso les digo que disparo bien, porque de jovencita me eduqué en ese sentido. También se lo debo a mi mamá, la resistencia de ella y el de no permitir ningún privilegio, ningún trato especial a los hijos del Che, éramos y somos, hombres y mujeres del pueblo cubano y como tal nos comportábamos”.
“Yo tengo dos misiones internacionalistas como médico, me fui a Nicaragua y de ahí me gradué en la UNAM porque los cubanos no tenían médicos suficientes en esa época y fuimos a estudiar medicina el último año y me gradué en esta universidad y de la Habana como médico. Después me fui a Angola, como médico pediatra dos años también, en plena guerra de Angola. Eso fue por ella, porque ella nos inculcó desde pequeño los principios y todo lo más hermoso de mi papá. No lo hizo un deber. Entonces, desde muy pequeños lo respetamos y lo admiramos como el hombre completo que es”.
“En ese sentido, le agradecemos mucho a ella, tener esa presencia. Hay veces que me dice que si no nos sentimos abandonados por mi papá, porque él decidió irse a pelear a otra parte del mundo y no se quedó con sus hijos. Pero debo decirlo: Mi papá no se fue a pelear a otro planeta, se fue a pelear por este, por un mundo mejor y si un mundo mejor es, entonces es también un mundo mejor para sus hijos seguramente. Así que estamos incluidos en ese sacrificio como niños, como personas que íbamos a crecer en un mundo mucho más libre para todos. Así que no le reprochamos absolutamente nada. Al contrario. Decimos quizás que reprochamos no haber tenido la edad suficiente para acompañarlo. Pero nada más”. (Aplausos)
Otra pregunta fue formulada por el camarada Gilberto Salinas Novoa, miembro de la dirección regional Tolima del Partido Comunista Colombiano, en relación con la ayuda en el proceso revolucionario en Colombia.
Contestó: “Las decisiones son de los pueblos. Nosotros hemos aprendido siempre a respetar lo que los pueblos dicen. Si el pueblo sostiene un movimiento revolucionario, nosotros lo estaremos apoyando hasta las últimas consecuencias. Si el pueblo quiere paz, nosotros estaremos apoyando la paz de ese pueblo. Ahora, siempre advertimos una cosa: Por favor, que la paz sea con dignidad siempre, porque si no, no vale la pena la paz”.
“En ese sentido, por supuesto que apoyamos lo que el pueblo colombiano decida y quiera hacer. Siempre mostrando nuestro ejemplo de vida, lo que hemos logrado no es porque seamos seres humanos diferentes, sino porque tenemos una sociedad diferente, que nos ha permitido florecer como seres humanos. Pero eso es una decisión de cada pueblo, cómo obtiene eso, qué está dispuesta a dar por obtenerlo. Eso solamente lo puede decir un pueblo”.
“Nosotros tenemos la obligación de apoyar ese pueblo hasta las últimas consecuencias y es lo que hacemos”, terminó respondiendo la pregunta del camarada Salinas Novoa la camarada médica, Aleida Guevara March.
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