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Foto El Olfato |
Por Nelson Lombana Silva
Con la frialdad del criminal, las EPS vienen negando los medicamentos sin dar mayores explicaciones, solamente afirmando que una vez lleguen, los harán llegar a las casas, situación que no ocurre generalmente. De una manera solapada están masacrando al pueblo colombiano con esta infeliz práctica. En ese criminal proceder es campeona la denominada Nueva EPS.
Este sábado acudí a reclamar las insulinas Glargina y NovoRapid y otros medicamentos más, según dijo la médica que los recetó costosos. Llegué bajo la lluvia y lo primero que noté, fue que la farmacia estaba repleta de pacientes. Ficha en mano, me senté a esperar el turno. Personas de avanzada edad, con sombrillas en mano y otros envueltos en plásticos. Me senté en medio dos veteranas pacientes que miraban impacientes el tablero en espera de su turno. ¿Qué espera tan larga?, dije. Una de ellas me miró resignada diciéndome: Ayer, estuve y me tocó la ficha 200, me marché y hoy me tocó la 54. Ya casi, le dije. De pronto esperar no es tanto el problema – dijo – el problema es que estén los medicamentos. Qué infamia con la salud en Colombia, le contesté. “Mire, usted, le dicen a uno que envían los medicamentos a la casa, pero nunca llegan, no obstante, toca firmar, dizque para dejar todo legalizado. Muy seguramente ellos sí legalizan para cobrar y los dueños del negocio hacerse más ricos, mientras los pacientes nos quedamos viendo un chispero. Eso sí es así, me contestó.
Dicho y hecho. La niña que me atendió, muy hermosa y atenta, por cierto, se dirigió a mi con una sonrisa afable al momento de entregarle el mamotreto de fórmulas y autorizaciones. Me miró, diciendo: Pueda ser que estén los medicamentos.
Ojeó con rapidez una a una. Yo no le quitaba la mirada ansiosa de encima. “Creo que las insulinas no hay. Sin embargo, vamos a mirar, dijo incorporándose con agilidad. Rápidamente desapareció de mi vista. Duró algunos minutos. Regresó sonriente afirmando que los medicamentos solicitados no había. Incluso, estos son un poco costosos y hace rato que no los envían. Se acomodó en el asiento, entregándome las lancetas.
Esto – le dije – no es accidental y fortuito es programado por los magnates del negocio para desesperar al paciente y colocarlo en contra del presidente Petro. Me miró anonadada, sin pronunciar palabra. Quisiera tener en frente mío a los propios dueños, aunque sea para echarles un madrazo. No dijo nada, clavó la mirada sobre el escritorio. Al despedirme, me dijo por entre los dientes: Casi siempre el paciente se va lanza en ristre contra uno y uno no tiene la culpa. El analfabetismo nos lleva a esos extremos. Es más: Muchos de esos que se lamentan, en elecciones los apoyan con el voto, le dije. La joven sonrió al decir: Esa es la vida. No es la vida – le contesté – es la ignorancia política que lleva al pueblo a apoyar sus verdugos.
Cabizbajo y meditabundo me marché bajo la lluvia, pensando en la necesidad de apoyar con más fuerza el Pacto Histórico, el Frente Amplio y la Consulta Popular. No hacerlo así, me dije, es condenar al pueblo a otros cien años de soledad e injusticia social en Colombia.
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